*Fragmento.

Preludio a la siesta de un fauno

 

n la Societé Nationale de Musique, y bajo la batuta de Gustave Doret, el 22 de diciembre de 1894 tuvo lugar el estreno de un poema sinfónico considerado la primera “obra maestra” de Claude Debussy, su “Preludio a la Siesta de un Fauno”, inspirado en la égloga “La Siesta del Fauno” de Stéphan Mallarmé. La obra tuvo una acogida triunfal, debiendo ser repetida el día del estreno.

Obra considerada ejemplo del Impresionismo musical, el “Preludio a la Siesta de un Fauno” no buscaba poner música a los versos en que se inspiró, según palabras del compositor, “es una ilustración libre de la bella poesía de Mallarmé... más bien se trata de plasmar el ambiente en el cual se mueven los deseos y sueños del fauno, en el calor del mediodía”. Durante su siesta, el fauno tiene visiones voluptuosas para las que Debussy recreó un mundo sonoro verdaderamente innovador. Las fluctuaciones incesantes de la armonía y el ritmo, la flexibilidad y la libertad del fraseo creaban un nuevo lenguaje musical. Su escritura sinfónica es de una sensualidad y un refinamiento desconocido hasta entonces. Formalmente analizada, la partitura cumple con el esquema tradicional de la música occidental (exposición del tema - desarrollo - reexposición - coda). Pero en contrapartida, en la audición sólo se percibe una continuidad en constante transformación; las “reexposiciones” del tema principal se sienten como evocaciones, lejanos recuerdos modificados. El compositor y crítico musical Paul Dukas (1865-1935), condiscípulo de Debussy y gran admirador de su obra, escribía al día siguiente del estreno, “La idea engendra la forma”. Resumía así en una frase, una de las características principales de la producción de Debussy.

POEMA "LA SIESTA DE UN FAUNO" DE STÉPHAN MALLARMÉ 1842-1898.
TRADUCCIÓN: OTTO DE GREIFF

El Fauno:

 

Estas ninfas quisiera perpetuar.

Que palpite

su granate ligero, y en el aire dormite

en sopor apretado.

¿Quizás un sueño amaba?

Mi duda, en oprimida noche remota, acaba

en más de una sutil rama que bien sería

los bosques mismos, al probar que me ofrecía

como triunfo la falta ideal de las rosas.

Reflexionemos…

¡Si las mujeres que glosas

un deseo figuran de tus locos sentidos!

Se escapa la ilusión de los ojos dormidos

y azules, cual llorosa fuente, de la más casta;

¡mas, la otra, en suspiros, dices tú que contrasta

como brisa del día cálido en tu toisón!

¡Que no! que por la inmóvil y lasa desazón

-el sol con la frescura matinal en reyerta-

no murmura agua que mi flauta no revierta

al otero de acordes rociado; sólo el viento

fuera de los dos tubos pronto a exhalar su aliento

en árida llovizna derrame su conjuro;

es, en la línea tersa del horizonte puro,

el hálito visible y artificial, el vuelo

con que la inspiración ha conquistado el cielo.

 

Sicilianas orillas de charca soporosa

que al rencor de los soles mi vanidad acosa,

tácita bajo flores de centellas, DECID:

 

“Que yo cortaba juncos vencidos en la lid

“por el Talento; al oro glauco de las lejanas

“verduras consagrando su viña a las fontanas,

“ondea una blancura animal en la siesta;

“y que al preludio lento de que nace la fiesta,

“vuelo de cisnes, ¡No! de náyades, se esquive ”

“o se Sumerja…

 

Fosca, la hora inerte avive

sin decir de qué modo sutil recogerá

húmenes anhelados por el que busca el LA:

me erguiré firme entonces al inicial fervor,

recto, bajo oleadas antiguas de fulgor,

¡Lis! uno de vosotros para la ingenuidad.

 

Sólo esta nada dócil, oh labios, propalad,

beso que suavemente perfidias asegura.

Mi pecho, virgen antes, muestra una mordedura

misteriosa, legado de algún augusto diente;

¡Y basta! arcano tal buscó por confidente

junco gemelo y vasto que al sol da su tonada

que, desviando de sí mejilla conturbada,

sueña, en un solo lento, tramar en ocasiones

la belleza en redor, quizá por confusiones

falsas entre ella misma y nuestra nota pura;

y de lograr, tan alto como el amor fulgura,

desvanecer del sueño sólito de costado

o dorso puro, por mi vista ciega espiado,

una línea vana, monótona y sonora.

 

¡Quiére, pues, instrumento de fugas, turbadora

siringa, florecer en el lago en que aguardas!

Yo, en mi canto engreído, diré fábulas tardas

de las diosas; y por idólatras pinturas,

a su sombra hurtaré todavía cinturas:

así cuando a las vides la claridad exprimo,

por desechar la pena que me conturba, mimo

risas, alzo el racimo ya exhausto, al sol, y siento

cuando a las luminosas pieles filtro mi aliento,

mirando a su trasluz un ávida embriaguez.

 

Oh ninfas, los RECUERDOS unamos otra vez.

 

“Mis ojos, tras los juncos, hendían cada cuello

“inmortal, que en las ondas hundía su destello

“y un airado clamor al cielo desataba;

“y el espléndido baño de cabellos volaba

“entre temblor y claridad, ¡oh pedrería!

“corro; cuando a mis pies alternan (se diría

“por ser dos, degustando, langorosas, el mal)

“dormidas sólo en medio de un abrazo fatal:

“las sorprendo, sin desenlazarlas, y listo

“vuelo al macizo, de fútil sombra malquisto,

“de rosas que desecan al sol todo perfume,

“en que, como la tarde, nuestra lid se resume”.

 

¡Yo te adoro, coraje de vírgenes, oh gala

feroz del sacro fardo desnudo que resbala

por huír de mi labio fogoso, y como un rayo

zozobra! De la carne misterioso desmayo;

de los pies de la cruel al alma de la buena

que abandona a la vez una inocencia, llena

de loco llanto y menos atristados vapores.

 

“Mi crimen es haber, tras de humillar temores

“traidores, desatado el intrincado nido

“de besos que los dioses guardaban escondido;

“pues, yendo apenas a ocultar ardiente risa

“tras los pliegues felices de una sola (sumisa

“guardando para que su candidez liviana

“se tiñera a la fiel emoción de su hermana

“la pequeñuela, ingenua, sin saber de rubor);

“ya de mis brazos muertos por incierto temblor,

“esta presa, por siempre ingrata, se redime

“sin piedad del sollozo de que embriagado vime”.

 

¡Peor! me arrastrarán otras hacia la vida

por la trenza a los cuernos de mi frente ceñida;

sabes, mi pasión, que, púrpura y madura,

toda granada brota y de abejas murmura;

y nuestra sangre loca por quien asirla quiere,

fluye por el enjambre del amor que no muere.

Cuando el bosque de oro y cenizas se tiña,

una fiesta se exalta en la muriente viña:

¡Etna! En medio de ti, de Venus alegrado,

en tu lava imprimiendo su coturno sagrado,

si un sueño triste se oye, si su fulgor se calma,

¡tengo la reina!

 

Oh cierto castigo…

 

Pero el alma

de palabras vacante, y este cuerpo sombrío

tarde sucumben al silencio del estío:

sin más, fuerza es dormir, lejano del rencor,

sobre la arena sitibunda, a mi sabor,

¡la boca abierta al astro de vinos eficaces!

 

¡Oh par, abur! La sombra miro en que te deshaces.

 

Prelude to the Afternoon of a Faun

Boston Symphony Orchestra.

Leonard Bernstein.