*Pour les 'cinq doigts' - d'après Monsieur Czerny; Pour les octaves; Pour les accords.

JUNIO...

DOCE ESTUDIOS PARA PIANO

Impresión, sol naciente de Claude Monet, 1872. Dio su nombre al movimiento impresionista.

Doce estudios para piano


hopin y Debussy tienen mucho en común, y por muchas causas, son las diferencias existentes entre ellos las que los colocan tan cerca uno de otro, ya que ambos compositores fueron innovadores, experimentando con su genio creativo nuevas formas musicales.

Cada uno tomó los conocimientos musicales acumulados en su época, y en lugar de adaptar ideas comunes a su modalidad, se internaron en lo desconocido creando obras que permanecerán eternamente vivas por su inspiración única.

En la composición de scherzos, baladas, estudios y preludios, y en la adaptación de formas bailables (polonesas, valses y mazurcas), Chopin enriqueció el piano con gloriosa literatura de solos. Debussy no cambió la ya existente literatura pianística, aunque la personalidad única de su "programa de trabajos" (si los estudios en el impresionismo pueden ser así denominados), puede ser considerada como una nueva forma. Mas su tratamiento del teclado y la construcción tonal y armónica de la música, da al piano un "sonido" totalmente nuevo; un lenguaje fresco y sugestivo que aumenta el campo de la expresividad instrumental hasta límites nunca alcanzados.

Así como Chopin a principios del siglo XIX, llenó el vacío dejado en el pensamiento musical del período comprendido entre las escuelas Clásica y Romántica; Debussy anunció con experimentos e innovaciones en sonido la clave de la composición del siglo XX. Cuántos de los músicos de jazz modularon las armonías que encontramos en La Plus que Lente, o en la Sarabande de Pour le Piano, y cuántos compositores se han sentido atraídos a la intoxicación de la era de la mecanización por Movement. El ejemplo fue dado por Debussy, el "niño terrible de los días de Conservatorio", el agente provocador de composiciones de avanzada y el reaccionario contra las emociones dramatizadas y el sentimentalismo. La inspiración de Debussy provino de Bach y los clavicordistas franceses y de las obras de Chopin.

Es extraño que pese a todo lo que aportó al piano, Debussy no fuera en realidad un compositor de obras para piano; consideró a este instrumento como si fuese por sí solo una orquesta sinfónica, haciendo la interpretación de su música aún más difícil. Durante la ejecución de su música parece que las manos no alcanzan, que cada una debe ejecutar independientemente de la otra. Los rápidos cambios de ritmo y "forma" requieren asombroso control técnico, y las extraordinariamente hermosas graduaciones de tonos, crean una de las pruebas más severas al pianista; demandan todo del ejecutante, y a menudo el éxito de una presentación se debe más a la habilidad del artista para seguir la partitura y las indicaciones escritas, que a la personalidad de su interpretación.

Debussy fue un ferviente admirador de Chopin, y durante los años de la primera guerra mundial se hizo cargo y terminó la edición francesa de las obras completas del maestro Polaco. Es algo inusitado, entonces, que su consagración como compositor de obras para piano se deba a sus dos libros sobre Estudios para complementar los veinticuatro Preludios terminados dos años antes. Compuso sus Doce estudios para piano en 1915, durante su estadía en Pourville sur Mer. Por esta época, comenzaba ya a torturarlo el cáncer que se llevó su vida tres años más tarde; pero el sufrimiento físico quizá no era tan grande como su angustia espiritual.

Muy patriota, y consciente de la impotencia militar de Francia; escribió en una ocasión: “si se necesitara otra ‘cabeza’... yo ofrecería la mía gustoso...” Se sintió horrorizado frente a la destrucción despiadada de todos los valores, y a la muerte de tantos artistas amigos y colegas durante la guerra. Más y más alejado del mundo social y profesional, sus últimos años de compositor transcurrieron en dolorosa soledad.

Estos sufrimientos no se advierten en su música, ya que sus Estudios están llenos de gracia y encanto, buen humor y sofisticada madurez. Estas obras no son solo estudios de técnica y control vertidos por la alquimia de su genio; Debussy tomó las partes más intrincadas del mecanismo de la digitación y la estética musical, y tejió melodías de intensa belleza y gran sensibilidad. Su escritura es abstracta, y con menor énfasis en la línea melódica y aún así cada estudio contiene toda la ardiente sensualidad, la provocativa imaginación y el punzante humor que Debussy poseía. Son su último tributo a los pianistas de todas las épocas, pasadas y futuras, y pocas obras hablarían con tanta elocuencia.

Escondiendo la amargura de sus pensamientos y la agonía de su enfermedad detrás de un humor ácido, Debussy escribió de sus estudios que eran: ..."las mil maneras de tratar a los pianistas como se lo merecen..." En un pequeño prefacio de su primer libro, explica la ausencia de numeración para la digitación escribiendo: ..."la imposición de una digitación no puede, lógicamente, tener el mismo valor para las distintas formas de manos..." nuestro admirable Maestro —quiero decir, "nuestro admirable clavicordista"— nunca indicó la digitación; confiando sin duda, en la ingeniosidad de sus contemporáneos. Dudar de ese modo del virtuoso moderno, sería impertinente. Concluyendo: la ausencia de numeración para la digitación es un excelente ejercicio; suprime el espíritu de contradicción que nos hace ignorar la numeración impuesta por el compositor, y prueba estas eternas palabras: "Nunca estará Ud. mejor servido que cuando lo hace Ud. mismo. Proporcionémonos nuestra propia numeración".

 

Los libros


l libro primero comienza con un pasaje de habilidad Para los "cinco dedos" basado en M.Czerni (Pour les 'cinq doigts' - d'après Monsieur Czerny), descendiente directa de aquella primera pieza de su Children’s Corner Doctor Gradus ad Parnassum. Si en aquella ocasión el “homenajeado” era el estudio para piano de M. Clementi, en esta ocasión es C. Czerny el objeto de su inspiración . El ejercicio para cinco dedos es la base de toda la música para piano, y el estudio revela, con deslumbrantes piruetas e irónicas risas, una multitud de brillantes improvisaciones sobre este simple tema. Para las tercias (Pour les tierces), se refiere al penúltimo preludio, las tercias alternadas y las intrincadas pruebas para digitación de doble tercias. El estudio es chopinesco en estilo, siguiendo un molde lánguido de sonidos engalanados a cargo de las tercias, y jugando con los problemas técnicos en la forma más flexible.

Para las cuartas (Pour les quartes) recuerda quizá los días de Conservatorio del compositor y su liberación de los muchos "hágalo" y "no lo haga" (especialmente los "no lo haga") que escuchó en sus cursos de armonía. En una carta a sus editores, Debussy escribió de Para las sextas (Pour les sixtes): "Por largo tiempo, el uso continuo de las sextas me hizo pensar en esas señoritas malhumoradas sobre sus bordados, mientras envidian las escandalosas risas de las locas novenas... Mientras, sigo aún escribiendo este estudio en el cual la atención se concentra en las sextas a tal punto que organizan sus armonías con el sólo agregado de los intervalos, y sin embargo, no es feo".

Para las octavas (Pour les octaves), compuesto en forma de vals estilizado, brinda brillantes pasajes que son extremadamente difíciles de ejecutar, agregando ritmo al sonido serio de las octavas. En la primera página de el último estudio de este libro, Para los ocho dedos (Pour les huit doigts), Debussy intercala una breve nota: "...las cambiantes posiciones de las manos hace que el uso de los pulgares sea torpe y acrobático" (recuerda así a los pianistas actuales la gran destreza y técnica que debían poseer aquellos artistas del teclado que no usaban el sistema de "doblar el pulgar hacia abajo", ejecutando sólo con los ocho dedos cuyas puntas estaban situadas en el mismo plano).

 El segundo libro comienza con Para los grados cromáticos (Pour les degrés chromatiques), el cual es un estudio liviano y encantador que parece atrapar la persuasión "moto perpetuo" de la escala cromática. Para las gracias (Pour les agréments) presenta todas las ornamentaciones y gracias que Debussy inventó para lograr un efecto especial sin tener que referirse a los más formales del período barroco. Este estudio es, en realidad, el último que compuso, pero más tarde cambió su numeración. Escribió acerca de este estudio que "tomó su forma de una barcarola de algún mar Italiano". El noveno estudio, Para las notas repetidas (Pour les notes répétées), es una brillante toccata, que requiere una técnica de virtuoso. El uso de las notas repetidas aparece a través de toda la obra con efecto especial en Masques y Tarantelle Styrienne.

Para las sonoridades opuestas (Pour les sonorités opposées) resume el uso orquestal que hace Debussy del piano y la infinita variedad de timbres que éste puede producir. Subraya la importancia de toda su obra escrita y parece extender las ideas desarrolladas en 1904 en L'Isle Joyeuse en Para los arpegios compuestos (Pour les arpèges composés) —significando formalmente arpegios que se extienden más allá de la octava—, revela nuevamente la facilidad de inventiva del compositor creando delicadas "ondas" que van desenvolviéndose hasta llegar a un tema de gran amplitud y encanto, rodeado de un áurea de sonoridad. Pero quizá la clave del genio de Debussy se encuentra en el estudio final, Para los acordes (Pour les accords), el cual presenta el más rico de los sonidos del piano: el acorde combinado en rítmicos y fascinantes cambios armónicos. Es también típico en este compositor que, enfrentándose con el problema de crear un nuevo efecto con acordes, presentara estos efectos con su sonoridad disminuida, marcando el ritmo sin pesadez. Cuántos compositores habrían caído en la trampa de escribir voluminosas fanfarrias de sonido almibarado.

Ya hemos destacado que Debussy no compuso sus Doce estudios para piano (Douze Études pour piano) sólo como estudios de técnica, y que tuvo un motivo más importante para su composición; éste era, lo mismo que el de todas sus composiciones, poder inducir a los pianistas y oyentes a escuchar mejor música. En una carta a sus editores escribió... "Admito que me siento feliz de haber realizado estas obras que, sin falsa vanidad, tendrán un destino particular". "Más allá de la técnica, estos estudios servirán para hacer comprender mejor a los pianistas que no es posible dedicarse a la música dotado solamente de manos impetuosas".