*Casta Diva; Oh! rimembranza!; Guerra, guerra!; Deh! non volerli vittime.

SEPTIEMBRE...

NORMA

Tragedia lírica en dos actos, Norma

 

res son las óperas que sobresalen en toda la producción de Vincenzo Bellini: La Sonnambula, Norma e I Puritani. De las tres, la primera es la más espontánea por la naturaleza del impulso melódico, prácticamente librado a sí mismo; la tercera, la más cuidada (por consejo de Rossini, quien deseaba para su joven protegido las mejores condiciones posibles en la toma de contacto con el público del Teatro Italiano de París); pero la segunda es la más noble y sincera, la más honda y mejor lograda dramáticamente; en suma, la mejor obra lírica de este compositor.

Entre las razones principales que habrían contribuido a sostener esa superioridad artística de Norma, Francis Toye señala el libreto de Felice Romani (que había sido adaptado de una tragedia francesa de Alexandre Soumet y Louis Belmontet: Norma, ou l'infanticid) estrenada no hacía mucho en el Odeón de París), más que por el mérito intrínseco de su calidad real, por el hecho liso y llano de "ser de Romani". Bellini era en efecto amigo íntimo del poeta, y solía sentir su propia aptitud creadora estimulada por los versos de Romani hasta el punto de hacerle perder la ecuanimidad al cotejar su mérito con el de otros colaboradores probados o posibles. La verdad es que los versos del libreto de Norma nada tienen que los destaque sobre el nivel común, salvo su pertinacia en invertir las oraciones anteponiendo la consecuencia al verbo y al sujeto, y es sobradamente convencional en el juego de entradas y salidas de personas y masas. Pero no puede negársele claridad en el planteo de las situaciones dramáticas y cierta sencilla grandeza en algunos pasajes culminantes como el final, los grandes dúos de Norma y Adalgisa, el terceto de ambas con Pollió… Mas con todo el respeto que nos merezca la autoridad del director del Instituto Británico de Florencia, no nos dejemos engañar por el monto real de la calidad poético-dramática del libretista, de quien, como lo aduce el propio Toye, lo más que podrá decirse es que "era superior a sus colegas contemporáneos"; es decir, el tuerto en el país de los ciegos hace de rey.

Es en la música, en el celestial don "belliniano" de la melodía, donde debemos buscar la razón de la inmortalidad de Norma. O, mejor aún, sigamos a Halévy (aunque no lleguemos a hacer totalmente nuestra su opinión, cuya validez caducó en verdad más pronto de lo que él presumía) cuando afirmaba: "El porvenir de la música será de quien sea capaz de escribir otra Casta diva". Aunque ese don melódico se manifiesta con preferencia en motivos breves y no de gran vuelo, su eficacia es tan enorme e instantánea como para sostener hasta la fecha bien erguido el edificio de la composición "belliniana", tan descuidada en punto a armonización (y no por ignorancia, como muchos creen, sino deliberadamente, para perturbar lo menos posible la expansión melódica), y tan falible en materia de buen gusto integral.

Poseemos un retrato literario de este genio menor de la música escénica, debido a León Escudier, que le conoció y pasaba en su época, en París, por escritor de talento: "Todos estaban consagrados a la obra; por una parte Rossini, y en diversos planos interiores, Mercadante, Pacini y Donizetti” (curioso 'ranking' de compositores operáticos, para datar de comienzos del siglo pasado), “cuando apareció un siciliano rubio como las mieses, dulce como los ángeles, joven como la aurora, melancólico como el ocaso. Su alma participaba de las de Pergolesi y Mozart. Si en vez de músico hubiese sido pintor, diríamos que en su alma coincidían las de Rafael y el Correggio. Había visto a Rossini remontándose a tales alturas, que su mirada triste y dulce apenas lograba seguirlo en su osado vuelo; deseó pues ser luna de aquel sol; no pudiendo ser águila, quiso ser cisne. Dios le había colocado una lira en el corazón y él no tuvo más que dejar latir ese corazón para que emitiese los acordes más conmovedores."

No deja de ser también curiosa, y digna del honor de la reproducción, la consecuencia que del examen de las diez partituras operáticas de Bellini extrajo el notable compositor y musicógrafo Ildebrando Pizzetti, consignada en su magistral ensayo sobre el "divino" siciliano: “Cuanto más avancemos cronológicamente en su obra, mayor será la simplicidad. Así, como lo demuestra concretamente el autor de La figlia di lorio, es mucho más complicada en la orquestación y mucho más elaborada contrapuntísticamente Il pirata -1827- que La Sonnambula y Norma, escritas en 1831. Sólo rompe la regla I Puritani, escrita como ya viéramos para el Teatro Italiano de París, y sumamente cuidada en tal sentido, tratándose de Bellini gracias al inteligente consejo de Rossini, apoyado por otros amigos, ya que el público de la capital francesa no pasaba en vano por ser en aquel tiempo el más entendido y exigente del mundo. Esta tendencia deliberada a la simplificación era el fruto concreto de la aspiración "belliniana" a la clarificación de la melodía. Todo lo que pudiese constituir un obstáculo para la percepción inmediata, cabal y completa, de la constante melódica, debía ser eliminado, o por lo menos decisivamente silenciado”.

Pueden admitirsen La Sonnambula y Norma de un mismo impulso creador; en cierto modo, aunque acaso tan nutrida de inmortales melodías como su más gloriosa sucesora inmediata, La Sonnambula fue en la práctica una suerte de test para llegar al fruto más sazonado, más substancioso, más rico en valores dramáticos, que es Norma. Una y otra fueron escritas casi totalmente en Milán, donde el compositor vivía en forma provisoria en una residencia de la calle que hoy lleva el nombre de Pietro Verri. El éxito de La Sonnambula -basado casi exclusivamente en el encanto melódico de su música- fue instantáneo y rasonante, preparando el camino a esta Norma en que iba a basarse la mayor parte de la gloria que la posteridad le reconoce a su creador. La primera había quedado concluída el 6 de marzo; Norma apenas unos meses después, estrenándose en Milán el 26 de diciembre.

Bellini había escrito el rol de Norma pensando en las dotes vocales y dramáticas de Giuditta Pasta. De esa parte tan erizada de dificultades para una voz de soprano de extensión corriente podríamos deducir las aptitudes que adornaban a aquella legendaria cantante. Pero contamos además, por fortuna, con el testimonio de un inteligente contemporáneo, Gino Monaldi, quien nos asegura que era la suya "una extensión extraordinaria: desde un la grave hasta un re sobreagudo, lo que le permitía cantar con igual desenvoltura la música escrita para soprano y para contralto. Y la Pasta dió abundantes pruebas de esa ductilidad cantando con igual bravura en el Tancredo de Rossini, en la Medea de Pacini, en el Romeo e Giulietta de Bellini, y en Gli Orazii e Curiazii de Cimarosa. Un rasgo singular de su voz era la desigualdad del timbre, defecto del cual se valía con gran habilidad para lograr una mayor capacidad de expresión; ¡Giuditta Pasta, la artista de la voz desigual; la cantante que transformaba en ventajas sus propias limitaciones, y fincaba el secreto de su éxito en su capacidad para expresar!" ¿No surgen de este retrato de la inmortal Pasta -la intérprete favorita de Bellini- razones más que suficientes para proclamar a María Meneghini Callas la intérprete más perfecta de las heroínas de este compositor en el siglo pasado?

Pero ese primero y formidable reparto de Norma no se reducía a la Pasta; estaba también la Grisr (Adalgisa), Domenico Donselli (Pollión) y el famoso bajo Negrini (Oroveso). Sin embargo, en su primera noche la nueva obra no fue bien recibida por el público, consecuente con su inveterada costumbre de equivocarse siempre en las veladas de estreno. Minutos después de concluída la representación, Bellini se comunicaba epistolarmente con su amigo Florimo haciéndole conocer el infeliz resultado: "Vengo de La Scala, de la primera representación de Norma. ¿Lo creerás?... ¡Fiasco, fiasco! ¡Un solemne fiasco!... Si debo decirte la verdad, el público estuvo severo; parecía haber acudido allí para juzgarme, y con precipitación (creo) quiere reservar a mi pobre Norma la misma suerte que a la druidesa. No he reconocido ya aquellos queridos milaneses que acogieron con entusiasmo, con la alegría en el rostro y exultante el corazón, Il Pirata, La Straniera y La sonnambula, ¡y eso que yo creía presentarles en Norma una digna hermana de aquéllas!" Y más adelante: "En las obras teatrales, el público es juez supremo; espero presentar apelación a la sentencia pronunciada contra mí, y si al fin reconoce el error, yo habré ganado la causa, y proclamaré a Norma la mejor de mis óperas". Ya hemos podido apreciar el resultado de esa apelación, y como Norma reina en el repertorio representando a Bellini como soberana casi absoluta. Y el concepto no es nuevo; viene contando desde 1839 con un insospechado mantenedor, cuyo prestigio y autoridad tornan innecesaria e inoperante la defensa de su calidad musical. Es Richard Wagner, quien la escoge entonces para dirigirla en noche de honor y beneficio en la Opera de Riga y en un manifiesto justifica el motivo de su elección con estas palabras: "El que suscribe, cree no poder probar mejor su cariño hacia el público de esta ciudad, que escogiendo Norma... Esta ópera es, entre todas las creaciones de Bellini, la que asocia la más rica vena melódica con la más profunda realidad y la pasión más íntima. Aún los adversarios de la música italiana, tendrán que hacer justicia a esta gran partitura admitiendo que ella habla al corazón, y que es la obra de un genio."

 

                                                                          Juan Manuel Puente


Resumen argumental


l argumento de Norma, cuyo libreto fuera escrito por Felice Romani, se basa en una tragedia francesa de Alexandre Soumet y Louis Belmontet: Norma, ou l'infanticide (1831), representada en París un año antes del estreno de la ópera en Milán, el 26 de diciembre de 1831. La acción de esta ópera se desarrolla en la Galia, en los bosques sagrados de los Druidas, y en el santuario de Irminsul el año 50 A.C. Además del conflicto sentimental, pone de manifiesto una rivalidad entre los conquistadores romanos y los druidas conquistadores.

La obertura, de regulares proporciones, se inicia con unos compases de carácter marcial que parecen anticipar la turbulenta disposición guerrera de la soldadesca bárbara que ocupará la escena tan pronto como se eleve el telón. Un primer tema es presentado y desarrollado, siguiéndole el motivo que a poco cantarán los guerreros, material melódico de relativo interés, que ha de servir de base al resto de la obertura.


Acto I. Cuadro I. En los Bosques Sagrados

Oroveso, el jefe de los Druidas, soldados y sacerdotisas, aguardan en el bosque la salida de la luna, en cuya mística hora, Norma practicará el rito ancestral de cortar las ramas del muérdago. El canto vigoroso de Druidas y guerreros revela cuán grande es su sed de venganza sobre el invasor romano. Tan pronto como hayan cumplido su misión de entonar este primer número coral (Ite sul colle) se alejarán todos, dispersándose por los bosques a tiempo para que Pollión -el procónsul romano- y su amigo el centurión Flavio, puedan llegar hasta las candilejas sin necesidad de ser vistos por sus enemigos. La indiscreta charla del procónsul, a través de su romanza Meco all'altar di Venere, nos entera del estado de cosas: Norma, la hija de Oroveso y suerte de vestal suprema o gran sacerdotista de los Druidas en el templo de Irminsul, se ha enamorado de Pollión, no titubeando en sacrificar sus votos de castidad en aras de la pasión que supo inspirarle el bello romano. Como resultado de sus entrevistas, Norma tuvo dos hijos que conserva secretamente cerca de ella con el imaginable temor de ser descubierta algún día. Pero el procónsul, puesto a seducir sacerdotisas, no va a detenerse en una primera vestal: ahora ama a Adalgisa, que le corresponde, aunque no sin experimentar cierto temor ante la previsible reacción de Norma de la cual ha tenido en sueños inquietante  anticipo.

El rumor de los druidas que regresan interrumpe la narración. Por lo que los romanos corren a ocultarse. Con el cabello suelto, la frente coronada de verbenas y en la mano una hoz de metal precioso, aparece también Norma, rodeada por sus sacerdotisas. Anticipando el peligro que corre la vida de Pollión y para demorar el estallido de la inminente insurrección, Norma asegura que no ha llegado aún el momento propicio para romper el yugo romano. Roma caerá no por la fuerza de las lanzas y las espadas que blandirán los galos, sino consumida por sus propios vicios. Entretanto sólo cabe esperar. Corta ramas del muérdago y las sacerdotisas las colocan en sus cestas. Norma avanza, los brazos en alto, y bajo el claro lunar que luce en toda su intensidad, completa su aria famosa Casta diva, mientras las druidas se regocijan a cuenta de su próxima venganza.

Al marcharse todos (nueva evolución de la comparsería para librar el campo a la próxima escena), el bosque queda al cabo en silencio. Se hace presente Adalgisa, contenta de llegar cuando ha terminado el ritual, para poder dar plena expansión al irrefrenable amor que siente por el romano y que la indujo a rebelarse contra las creencias de sus mayores. Pollión, que no se había alejado mucho al ocultarse, llega también con la mayor oportunidad para inducir a Adalgisa a huir con él, segura de hallar en Roma ambiente propio para sus amores. Hasta dónde es leal el romano al asegurárselo, es cosa que la historia nunca llegará a revelarnos.


Acto I. Cuadro II. Aposento de Norma

Al levantarse el telón nos enteramos de la preocupación de Norma y su confidente Clotilde por mantener el secreto de los hijos que aquélla tuvo de Pollión. Norma lamenta llena de dolor la noticia de la próxima partida del procónsul, que ha sido llamado a Roma. Al retirarse Clotilde con los niños, hace su entrada Adalgisa, quien, en lucha con su conciencia viene a aliviarla confesándose con la vestal, a quien revela que ama a un romano, a cuyas convincentes muestras de pasión no sabe ya resistir. El corazón le anuncia a Norma la inminencia de su total desdicha. "¡El nombre de ese romano!" "¡Míralo!", responde Adalgisa señalando a Pollión que llega en ese momento. La venganza de Norma se anuncia tremenda, y tal lo hacer saber al amante infiel de acudir al reclamo de los bronces del santuario que la convocan a un nuevo ritual sagrado.


Acto II. Cuadro I. En el Interior del Mismo Aposento

Entregada por completo a su cólera, Norma ha formulado su plan: matará a Pollión y a sus dos hijos y luego expiará ella misma su falta y sus crímenes, entregando su cuerpo a la pira expiatoria. Para comenzar, se aproxima con un puñal y una lumbre que guiará sus pasos hasta el dormitorio de sus niños. Pero no puede descargar el golpe mortal: son parte de sus entrañas, y el sentimiento maternal detiene su mano vengadora. Los abrazará en cambio con desesperado afán de conservar su vida.

Adalgisa, previamente citada por Norma, llega en mitad de la noche. Norma la hace total copartícipe de su secreto y le comunica su nueva decisión: le dejará sus niños para que parta con ellos y con Pollión, a cuyo lado, convertida en su espesa, podrá vivir dignamente entre los romanos. Pero el corazón de Adalgisa ha sido tocado por la generosidad de Norma; le implora que conserve a sus hijos, puesto que ella no piensa abandonar jamás las tierras de sus mayores. Ambas guardarán celosamente, ayudándose de ese modo, su doble secreto: las dos víctimas de Pollión unen sus voces en un dúo famoso "Mira ¡oh Norma!" en el que ambas rivalizan por la generosidad de sus impulsos respectivos. Norma acaba de hallar inesperadamente una amiga que se propone ser su compañera hasta que los dioses dispongan que llegue la hora extrema. Con ella podrán encontrar refugio seguro en cualquier lugar de la tierra.


Acto II. Cuadro II. Un lugar Solitario Cerca del Bosque Sagrado

Los druidas aguardan impacientes la señal de los dioses para lanzarse sobre sus odiados enemigos. Mas Oroveso les comunica que el cielo se opone todavía; todos están, sin embargo, de acuerdo en que Roma habrá de consumirse muy pronto, por mandato divino.


Acto II. Cuadro III. En el Santuario de Irminsul

Adalgisa fracasó en su intento de volver a unir a los antiguos amantes. Por el contrario, Pollión, enceguecido por su nueva pasión, trata de llevarse consigo por la violencia a la joven sacerdotisa. El atrevimiento del romano enciende nuevamente la ira de Norma, quien da la señal esperada por los druidas para que comience por fin a correr a torrentes la sangre de los invasores.

Descubierto en el bosque sagrado, Pollión es traído prisionero a la presencia de sus enemigos. Tomando en su mano el puñal de Oroveso, Norma se dispone a hundirlo en el pecho del procónsul. Pero, una vez más, su emoción puede más que su iracundia, y le faltan fuerzas para cumplir su venganza. Los druidas están no poco sorprendidos por el giro de los acontecimientos, pero para ganar tiempo y quedarse a solas un momento con su ex amante, Norma pretexta que necesita hablar con él para averiguar el nombre de la sacerdotista que fue su cómplice.

Le perdonará la vida con una condición: que no intente jamás volver a ver a Adalgisa. Pero Pollión, se rehusa, y Norma vuelve a convocar a los druidas para comunicarles que una nueva víctima propiciatoria será brindada a sus iras vengadoras. Una sacerdotisa perjura violó sus sagrados votos, traicionó a su patria y ofendió a sus dioses. Norma ordena que preparen la pira, y concluye por declararse culpable. Pollión intenta defenderla afirmando que aquella mujer no dice verdad. Pero ella responde que Norma no miente jamás. Aquel despliegue de nobles sentimientos conmueve al procónsul, que siente renacer el antiguo amor y suplica que se le permita morir con ella en las llamas purificadoras. Los niños quedarán con el anonadado Oroveso. Y la sentencia se cumple no sin que el chisporroteo de la humeante pira en que se consuma el tremendo sacrificio deje entrever que está consolidado, puro y noble como nunca antes lo fuera, un amor sublime, destinado a perdurar.


Texto en español e italiano.

      Personajes

 

NORMA                                   Sacerdotisa del templo de Irminsul                           Soprano

POLLIONE                               Procónsul de Roma en las Galias                                  Tenor

ADALGISA                                  Joven sacerdotisa de Irmins                         Mezzosoprano

OROVESO                              Jefe de los druidas, padre de Norma                                Bajo

CLOTILDE                                       Confidente de Norma                              Mezzosoprano

FLAVIO                                Centurión romano, amigo de Pollione                              Tenor


La acción tiene lugar en las Galias, durante la época de la ocupación romana, alrededor del año 50 a.C.

ACTO PRIMERO

 

Escena Primera

 

(Bosque sagrado de los druidas, presidido

por la encina de Irminsul. Al pie de ésta

se halla la roca druídica, que sirve de altar.

Al fondo colinas boscosas. Es de noche. A lo

lejos unas hogueras crepitan en el bosque.

Al son de una marcha religiosa poco  a poco

aparecen escuadras de guerreros galos

y una procesión de druidas, encabezados

por su jefe, Oroveso, sumo sacerdote)

 

OROVESO

Id, druidas, a las colinas

id y espiad en los cielos

cuando la luna nueva

desvele su argénteo disco;

y la primera sonrisa

de su rostro virginal

por tres veces anunciará el místico

escudo sacerdotal.

 

DRUIDAS

¿Vendrá Norma a segar

el muérdago sagrado?

 

OROVESO

Sí, Norma, sí, vendrá,

 

DRUIDAS

Vendrá, vendrá.

 

OROVESO

Sí, sí.

 

DRUIDAS

Con tu aura profética,

oh dios terrible, inspírala;

infúndele, oh Irminsul,

ira y odio contra los romanos,

sentimientos que acaben

con esta paz, para nosotros mortal.

 

OROVESO

Terribles palabras

en las ancestrales encinas pronunciará,

y las Galias libertará

del águila enemiga;

con el sonido de su escudo,

cual fragor de trueno,

 

OROVESO Y DRUIDAS

En la ciudad de los césares,

con tremenda fuerza retumbará,  etc.

 

DRUIDAS

...con el sonido de su escudo, etc.

 

OROVESO

...cual fragor, etc.

 

(Todos comienzan a internarse

en las profundidades del bosque.)

 

OROVESO Y DRUIDAS

(desde dentro, alejándose)

¡Apresúrate, oh luna, a surgir!

Norma vendrá al altar.

¡Apresúrate, oh luna!

 

(Entran Pollione y Flavio, sigilosamente

envueltos en sus togas.)

 

POLLIONE

Aléjanse las voces,

libre queda el camino

del horrible bosque.

 

FLAVIO

En ese bosque está la muerte;

Norma te lo dijo.

 

POLLIONE

Pronuncias un nombre

que me hiela el corazón.

 

FLAVIO

Pero ¿qué dices?

¡Es tu amante!

¡La madre de tus hijos!

 

POLLIONE

No puedes hacerme ningún reproche

que yo no merezca;

pero en mi corazón

se ha extinguido la llama primera,

un dios cruel lo ha querido así,

un dios enemigo de mi reposo;

a mis pies veo abrirse el abismo,

en el que yo mismo me precipito.

 

FLAVIO

¿Acaso amas a otra?

 

POLLIONE

Habla más bajo.

A otra, sí. A Adalgisa.

Has de verla.

Flor de inocencia, como una sonrisa

de candor y de amor.

Ministra en el templo

de ese dios sanguinario,

parece allí

rayo de estrella sobre un cielo tormentoso.

 

FLAVIO

¡Infeliz! ¿Y eres amado en la misma medida?

 

POLLIONE

Esa confianza albergo.

 

FLAVIO

¿No temes la ira de Norma?

 

POLLIONE

Atroz, horrenda

así me la representa mi hondo remordimiento.

Un sueño...

 

FLAVIO

¡Ah! Cuéntamelo.

 

POLLIONE

¡Al recordarlo me estremezco!

Junto al altar de Venus

estaba Adalgisa, en Roma,

ceñida por blancos velos,

cubiertos de flor sus cabellos;

oía los cánticos de Himeneo,

veía el humear del incienso;

estaban mis sentidos arrebatados

de voluptuosidad y de amor.

De pronto, entre nosotros

una sombra terrible se interpuso;

el amplio manto druídico

cual vapor la envolvía.

Un relámpago cayó sobre el altar

y tras un velo quedó oculto el día;

mudo y sepulcral horror

extendíase por doquier.

A la virgen adorada

ya no la hallé junto a mí,

a lo lejos escuché un gemido,

entremezclado con el llanto de mis hijos,

y una voz terrible

atronó en el templo:

"Así castiga Norma

al amante traidor."

 

(Se escuchan, fuera de escena, fanfarrias

y la llamada del escudo sagrado de Irminsul.)

 

FLAVIO

¿Oyes? A cumplir sus ritos

viene Norma al templo.

 

DRUIDAS

(a lo lejos)

Ya brilla la luna, druidas;

apartaos, profanos,

de estos lugares

 

FLAVIO

Ven

 

POLLIONE

Déjame.

 

FLAVIO

escúchame.

 

POLLIONE

¡Bárbaros!

 

FLAVIO

Huyamos.

 

POLLIONE

Yo os haré frente.

 

FLAVIO

Ven, huyamos;

alguien podría sorprenderte.

 

POLLIONE

Los bárbaros traman una conjura,

¡pero yo les haré frente!

 

FLAVIO

¡Ah! Ven, huyamos;

alguien podría sorprenderte.

 

DRUIDAS

(a lo lejos)

Apartaos, profanos, de estos lugares.

 

POLLIONE

Me protege, me defiende

un poder mayor que el suyo;

es el pensamiento de aquella a la que adoro,

es el amor que me ha inflamado.

De ese dios que me disputa

a esta virgen celestial,

incendiaré los bosques,

derribaré su impío altar.

 

FLAVIO

¡Ven! ¡Ven!

 

DRUIDAS

(siempre a lo lejos)

¡Ya brilla la luna, druidas!

Apartaos, profanos,

de estos lugares.

 

POLLIONE

¡Los bárbaros traman una conjura!

 

FLAVIO

¡Alguien podría sorprenderte!

¡Ven, huyamos!

 

POLLIONE

¡Pero yo les haré frente!

Me protege, me defiende, etc.

 

(Pollione y Flavio salen precipitadamente.

Desde el fondo entran los druidas, sacerdotes,

guerreros, bardos y en medio de todos,

Oroveso)

 

CORO

Norma viene; ciñe sus cabellos

la sagrada verbena de los misterios;

en su mano, cual luna creciente,

la hoz de oro difunde su resplandor.

Ella viene, y la estrella de Roma,

temerosa, se oculta tras un velo.

Irminsul surca los campos del cielo,

cual cometa precursor de horrores, etc.

 

(En medio de sus sacerdotes avanza Norma

el pelo suelto sobre los hombros, en la frente

una corona de verbena y en la mano una

hoz de oro. Se coloca sobre el altar,

y eleva los ojos hacia el cielo como

inspirada. Todos callan) .

 

NORMA

Voces sediciosas, voces de guerra,

¿quién osa alzarlas

ante el altar del dios?

¿Acaso hay quienes presumen

dictar sus respuestas

a Norma, la vidente,

y acelerar el arcano destino de Roma?

Éste no depende de poder humano.

 

OROVESO

¿Y hasta cuándo nos

mantendrás oprimidos?

¿Acaso los bosques de la patria

y nuestros ancestrales templos

no han sido ya bastante contaminados

por el águila romana?

La espada de Breno no puede

por más tiempo permanecer ociosa.

 

HOMBRES

¡Sea de una vez blandida!

 

NORMA

Y rota en pedazos caerá.

Sí, rota, si alguno de vosotros

antes de tiempo pretende desenvainarla.

Para nuestra venganza aún no ha llegado el día.

Frente a las hachas de los sicambros son más

fuertes todavía las jabalinas de los romanos.

 

OROVESO Y HOMBRES

¿Y qué te anuncia el dios?

Habla: ¿cuáles son los augurios?

 

NORMA

En los arcanos libros del cielo, esto leo:

en las páginas de la muerte

escrito está el nombre de la soberbia Roma.

Algún día perecerá

mas no por vuestra mano.

Perecerá por sus vicios,

consumida por ellos perecerá.

Aguardad esa hora, la hora fatal

en que sea cumplido el gran decreto.

A la paz os conmino

y siego el muérdago sagrado.

 

(Ella siega el muérdago; las sacerdotisas lo

recogen en unos canastos de mimbre.

Norma avanza y extiende el brazo hacia el

cielo; la luna reluce con todo su esplendor;

todos se postran)

 

Casta diosa, que con tu esplendor de plata

iluminas estos antiguos y sagrados bosques,

vuelve hacia nosotros tu hermoso semblante

sin nube y sin velo.

 

OROVESO Y CORO

Casta diosa, que con tu esplendor de plata

iluminas estos antiguos y sagrados bosques,

vuelve hacia nosotros tu hermoso semblante

sin nube y sin velo.

 

NORMA

Templa, oh diosa,

templa estos ardientes corazones,

templa su celo audaz,

y la paz que en el cielo

haces reinar derrama sobre la tierra.

 

OROVESO Y CORO.

Diosa, la paz que en el cielo

haces reinar derrama sobre la tierra.

 

NORMA

Terminado el rito,

que el bosque sagrado

quede libre de profanos.

Cuando el numen airado y tenebroso

exija la sangre romana,

desde el templo druídico

tronará mi voz.

 

OROVESO Y CORO

Truene;

y que nadie de ese pueblo impío

escape al justo castigo;

y que el primero en sucumbir

bajo nuestros golpes sea el procónsul.

 

NORMA

Sucumbirá.

Puedo asegurarlo.

 

(para sí)

 

Pero mi corazón no sabe castigarlo.

¡Ah! vuelve a mí, tan bello

como en tu primer y fiel amor,

y contra el mundo entero

tu defensa seré.

¡Ah! vuelve a mí, tan bello

con tu serena mirada,

y en tu pecho vida,

patria y cielo hallaré, sí.

 

OROVESO Y CORO

Mucho te demoras, sí,

oh día de la venganza;

pero ya te apremia el dios airado

que a Roma condenó.

 

NORMA

¡Ah! retorna a mí, etc.

 

OROVESO Y CORO

Pero ya te apremia el dios airado,

que a Roma condenó.

 

NORMA

(Para sí)

¡Ah! regresa, como eras entonces,

cuando te entregué mi corazón, etc.

ah retorna a mí.

 

OROVESO Y CORO

¡Oh. día, ya te apremia el dios

que a Roma condenó!

 

(Norma sale y todos la siguen en orden.

Entra Adalgisa)

 

ADALGISA

Ha quedado desierto el bosque sagrado;

se ha cumplido el rito.

Sin ser vista puedo al fin suspirar,

aquí, donde por primera vez

encontré a aquel fatal romano

que me ha vuelto

rebelde al templo y al dios.

¡Si fuera ésta la última vez

¡Vana esperanza!

Una fuerza irresistible me empuja a venir,

con aquel rostro amado

se regala mi corazón

y la brisa repite para mí el eco

de su voz querida.

 

(Corre a postrarse ante el altar de Irminsul)

 

¡Protégeme, oh dios!

Estoy perdida, sí, perdida,

dios, ten piedad, estoy perdida.

 

(Pollione entra con Flavio)

 

POLLIONE

(A Flavio)

Allí está. Vete, déjame,

ya no atiendo a razones.

 

(Flavio se va)

 

ADALGISA

(viendo a Pollione)

¡Oh! ¡Tú aquí!

 

POLLIONE

¿Qué veo? ¿Llorabas?

 

ADALGISA

Oraba.

¡Oh! Aléjate, deja que continúe mi plegaria.

 

POLLIONE

Oras a un dios

atroz, cruel,

opuesto a tus deseos y a los míos.

¡Oh, amor mío!,

el dios al que debes invocar es el amor

 

ADALGISA

(apartándose de él)

¡El amor! ¡Ay! ¡Calla!

No quiero oírte.

 

POLLIONE

¿Huyes de mí?

¿Y adónde irás sin que te siga?

 

ADALGISA

Al templo, a los altares sagrados

que juré desposar.

 

POLLIONE

¿Los altares? ¿Y nuestro amor?

 

ADALGISA

Lo he olvidado.

 

POLLIONE

Vete, cruel, y al dios despiadado

ofrécele en sacrificio mi propia sangre;

que sea vertida, ay, toda mi sangre,

pero ¡no puedo abandonarte,

no, no puedo!

Al dios sólo fuiste prometida,

pero tu corazón se me entregó por completo.

¡Ah! no sabes cuánto me costaría

renunciar a ti.

¡Ah! no sabes, etc.

 

ADALGISA

Tampoco tú sabes, ¡ay!

qué dolor tan inmenso me cuesta.

Hacia el altar que he ultrajado

me dirigía inocente y feliz,

, me dirigía inocente.

El pensamiento volaba al cielo

y en él distinguía a mi dios.

Ahora, por perjura y rea,

un velo oculta ese cielo y ese dios.

 

POLLIONE

Un cielo más puro y unos dioses mejores

te ofrezco en Roma, adonde marcho.

 

ADALGISA

(impresionada)

¿Te marchas?

 

POLLIONE

Con el nuevo día.

 

ADALGISA

Te vas... ¿y yo?

 

POLLIONE

Vienes conmigo.

Más sagrado que tus ritos es el amor.

Entrégate al amor, ah, entrégate a mí.

 

ADALGISA

(más impresionada)

¡Ah! no lo digas, ¡ah! no lo digas.

 

POLLIONE

Lo diré, sí, lo diré,

hasta que escuches mis palabras.

 

ADALGISA

¡Ay! ¡Déjame!

 

POLLIONE

¡Ah! ¡Cede! ¡Entrégate a mí!

 

ADALGISA

¡Ah! no puedo.

¡Oh, justo cielo, protégeme!

 

POLLIONE

¡Así pues, podrías abandonarme!

¡Abandonarme así!

¡Adalgisa! ¡Adalgisa!

 

(Con ternura)

 

Ven a Roma, ah, ven, mi amor,

adonde reinan amor, alegría y vida;

embriaguemos nuestras almas

con la felicidad que allí nos aguarda.

¿No oyes en tu corazón una voz

que promete dicha eterna?

¡Ah! confía en sus dulces acentos,

y como esposo, estréchame sobre tu seno.

 

ADALGISA

(Para sí)

¡Cielo santo! Así le oigo hablar siempre

en todas partes, incluso en el templo.

Esos ojos, esa mirada,

hasta en el altar se me representan.

Triunfa sobre mi llanto,

sobre mi dolor alcanza la victoria.

Libradme de tan dulce encanto,

o al menos perdonad mi falta.

 

POLLIONE

¡Ah! ¡Ven!

 

ADALGISA

¡Ay! ¡Piedad!

 

POLLIONE

¡Ah! ¡Ven! ¡Amor mío! ¡Ven!

 

ADALGISA

¡Ah! ¡Nunca!

 

POLLIONE

¡Cruel! ¿Y puedes dejarme?

 

ADALGISA

¡Ah! ¡Por piedad, déjame!

 

POLLIONE

¡Así podrías olvidarme!

 

ADALGISA

¡Ah! ¡Por piedad, déjame!

 

POLLIONE

¡Adalgisa!

 

ADALGISA

¡Ah! ¡Que tu piedad me evite

un dolor todavía mayor!

 

POLLIONE

¡Adalgisa! ¿Y quieres dejarme?

 

ADALGISA

Yo... ¡ah!

¡Ah!, no puedo. Quiero seguirte.

 

POLLIONE

Aquí, mañana, a la misma hora,

¿vendrás?

 

ADALGISA

Lo prometo.

 

POLLIONE

Júralo.

 

ADALGISA

Lo juro.

 

POLLIONE

¡Oh! ¡Qué felicidad! Recuérdalo.

 

ADALGISA

¡Ah! Lo recordaré.

A mi dios seré perjura,

pero te seré fiel.

 

POLLIONE

Tu amor me infunde valor,

y sabré desafiar a tu dios.

 

ADALGISA

Sí, te seré fiel.

 

(Salen)

 

Escena Segunda

 

(Morada de Norma en el bosque. Junto a Norma

se encuentran Clotilde y dos niños)

 

NORMA

Ve, ocúltalos a mi vista.

Más que nunca, me estremezco al abrazarlos.

 

CLOTILDE

¿Qué extraño temor te embarga,

que rechazas así a tus hijos?

 

NORMA

No sé. Sentimientos encontrados

atormentan mi espíritu.

¡Amo y al tiempo odio a mis hijos!

Sufro al verlos y sufro si no los veo.

Siento una alegría desconocida

y al mismo tiempo dolor de ser su madre.

 

CLOTILDE

¿Y tú eres madre?

 

NORMA

¡Ojalá no lo fuera!

 

CLOTILDE

¡Qué cruel contradicción!

 

NORMA

No puedes imaginártela. ¡Oh, Clotilde!

Pollione ha sido llamado a Roma.

 

CLOTILDE

¿Y te llevará consigo?

 

NORMA

Él oculta sus sentimientos.

¡Ay! ¿Y si intentara huir abandonándome aquí?

¡Si llegara a olvidar a sus hijos!

 

CLOTILDE

¿Eso piensas?

 

NORMA

No me atrevo.

Esa duda es demasiado atroz,

demasiado horrible.

Alguien viene. Ve, escóndelos.

 

(Clotilde se lleva a los niños

Norma los abraza. Entra Adalgisa.)

 

¡Adalgisa!

 

ADALGISA

(A lo lejos, para sí)

¡Valor, corazón mío!

 

NORMA

Entra, muchacha, entra.

¿Por qué tiemblas?

He sabido que deseabas

revelarme un gran secreto.

 

ADALGISA

Es cierto. Pero ¡ay! despójate

de esa austeridad celestial

que brilla en tus ojos.

Dame coraje,

para que sin ningún recelo te abra mi corazón.

 

(Se inclina)

 

NORMA

(la levanta)

Ven a mis brazos y habla.

¿Qué es lo que te aflige?

 

ADALGISA

(después de un momento de indecisión)

El amor. No te irrites.

Luché mucho tiempo por sofocarlo.

Pero venció sobre mi fuerza

y mis remordimientos.

¡Ah! ¡Si supieras el juramento

que acabo de hacer!

Huir del templo,

traicionar el altar al que me hallo unida,

abandonar la patria.

 

NORMA

¡Ay! ¡Desventurada!

¿Se ha turbado ya la serenidad

en la aurora de tu vida?

¿Cómo y cuando nació

esa llama en ti?

 

ADALGISA

De una sola mirada, de un solo suspiro,

en el bosque sagrado,

al pie del altar en el que yo oraba al dios.

Temblé, sobre mis labios

murió mi plegaria;

y completamente absorta

ante aquella hermosa aparición,

creí mirar otro cielo,

¡, otro cielo en él!

 

NORMA

(Para sí)

¡Oh, remembranza!

Así quedé yo extasiada

al contemplar su rostro.

 

ADALGISA

¿No me escuchas?

 

NORMA

Prosigue. Te escucho.

 

ADALGISA

Sola, a escondidas, en el templo

lo aguardaba con frecuencia;

cada día más abrasadora

ardía en mí la llama.

 

NORMA

(Para sí)

Con esa misma llama ardía yo.

 

ADALGISA

Ven, me decía, permite

que a tus pies me postre

 

NORMA

(Para sí)

¡Oh, remembranza!

 

ADALGISA

Deja que tu aliento respire

 

NORMA

(para sí)

¡Así fui yo seducida!

 

ADALGISA

Tus dulces suspiros,

que besar pueda yo los rizos

de tus hermosos cabellos.

 

NORMA

(para sí)

¡Oh! ¡Qué acentos tan dulces!

Eso mismo me susurró,

¡así encontró el camino de mi corazón!

 

ADALGISA

Dulces cual arpa armoniosa

eran para mí sus palabras;

en sus ojos veía sonreírme

el más hermoso de los soles.

 

NORMA

(para sí)

Su hechizo también fue el mío.

 

ADALGISA

Así me perdí y aún lo estoy

 

NORMA

(A Adalgisa)

¡Ah! Enjuga tu llanto.

 

ADALGISA

Necesito tu perdón.

 

NORMA

Yo tendré piedad.

 

ADALGISA

¡Ay! Ayúdame, guíame

 

NORMA

¡Ay! Enjuga tu llanto.

 

ADALGISA

Devuélveme la paz o castígame,

pero sálvame de mí misma,

sálvame de mi corazón.

 

NORMA

¡Ah! Enjuga tu llanto;

no es eterno el nudo que te ata al altar.

 

ADALGISA

¡Ah! ¡Repite, cielo santo,

repite tan lisonjeras palabras!

 

NORMA

¡Ah! ¡Sí! ¡Ah!

¡Ah! ¡Sí! Cobra ánimos y abrázame.

Te perdono y te compadezco.

De tus votos te libro,

quebranto tus vínculos.

Unida a tu amor

vivirás, por fin, feliz.

 

ADALGISA

Repite, cielo santo, repite

tan lisonjeras palabras;

gracias a ti se apaciguan

mis largos tormentos.

Me devuelves la vida,

si no es pecado el amor.

 

NORMA

Ah, sí, vivirás por fin feliz, etc.

Mas, dime, ese joven al que amas

¿quién es de entre los nuestros?

 

ADALGISA

Cuna no tuvo en la Galia;

Roma es su patria.

 

NORMA

¡Roma! ¿Y es... ? Prosigue.

 

(Entra Pollione)

 

ADALGISA

Míralo.

 

NORMA

¡Él! ¡Pollione!

 

ADALGISA

¿Por qué esa ira?

 

NORMA

¿Ése, ése has dicho?

¿He comprendido bien?

 

ADALGISA

Ah, sí.

 

POLLIONE

(dirigiéndose a Adalgisa)

¡Desgraciada! ¡Qué has hecho!

 

ADALGISA

(turbada)

¡Yo!...

 

NORMA

(a Pollione)

¿Tiemblas acaso? ¿Y por quién?

¿Por quién tiemblas?

 

(Algunos momentos de silencio. Pollione

está confuso, Adalgisa temblorosa y

Norma estremeciéndose)

 

Oh, no tiembles, pérfido,

no, no tiembles por ella.

Ella no es culpable,

eres el malhechor.

Tiembla por ti, cobarde,

por tus hijos,

¡tiembla por mí, cobarde, ay, por mí!

 

ADALGISA

(temblorosa)

¡Qué oigo!

 

(A Norma)

 

¡Ah! Habla.

 

(a Pollione)

 

¡Callas! ¡Te apartas! ¡Ay de mí!

 

(Se cubre el rostro con las manos;

Norma la coge por el brazo y la

obliga a mirar a Pollione)

 

NORMA

(a Adalgisa)

¡Oh! ¡De qué cruel y funesto

engaño has sido víctima!

Antes de conocerle

morir habría sido para ti un daño menor.

La fuente del llanto eterno

ha hecho él brotar para ti;

tal y como engañó a mi corazón,

el malvado también ha traicionado el tuyo.

 

ADALGISA

¡Oh, qué horrible misterio

descubren tus palabras!

 

NORMA

¡Oh! ¡De qué cruel y funesto etc.

 

ADALGISA

¡Mi corazón teme preguntar,

teme oír la verdad.

Lo comprendo todo, ay desdichada de mí

toda mi desventura,

Mi desdicha no tendrá fin,

si él me ha engañado.

 

NORMA

La fuente del llanto eterno etc.

 

POLLIONE

Norma, tus reproches

lanzas contra mí.

 

NORMA

Antes de conocerle etc.

Malvado, ¿a tanto te atreves?

 

ADALGISA

¡Oh, qué horrible misterio!, etc.

 

POLLIONE

¡Ay! A esta afligida virgen

evitémosle esta escena.

Ante un alma tan ingenua

cubramos con un velo nuestra vergüenza

Que sólo el cielo juzgue

cuál de nosotros es más culpable.

 

NORMA

Fuente, ¡Ah! fuente de llanto eterno etc.

 

ADALGISA

Lo comprendo todo, ay desdichada de mí, etc.

 

POLLIONE

¡Ay! A esta afligida virgen

¡ay! Dejémosla respirar;

Que sea el cielo, ¡ah! Quien nos juzgue, etc.

 

NORMA

(a Pollione)

¡Pérfido!

 

POLLIONE

(disponiéndose a marchar)

¡Basta ya!

 

NORMA

Deténte.

 

POLLIONE

(cogiendo a Adalgisa)

Ven conmigo.

 

ADALGISA

(soltándose de él)

Déjame, vete;

¡eres un esposo infiel!

 

POLLIONE

Si lo he sido, lo he olvidado.

 

ADALGISA

¡Déjame, vete!

 

POLLIONE

(muy fogoso)

Soy tu amante.

 

ADALGISA

¡Vete, traidor!

 

POLLIONE

Mi destino es amarte,

mi destino es abandonarla.

 

NORMA

(reprimiendo la furia)

Pues bien, cúmplelo

cúmplelo y vete.

 

(a Adalgisa)

 

Acompáñale.

 

ADALGISA

(suplicándole)

¡Ah no! Jamás, ah, no,

¡ah, prefiero morir!

 

NORMA

(Mirando fijamente a Pollione)

Vete, sí, abandóname, indigno;

abandona a tus hijos, tus promesas, tu honor.

Maldito por mi ira

no gozarás de un amor impío.

Vete, sí, abandóname, etc.

 

ADALGISA Y POLLIONE

¡Ah!

 

NORMA

Mis furias abrasadoras te seguirán

por encima de las olas y los vientos;

día y noche mi venganza

tronará a tu alrededor.

 

POLLIONE

(con desesperación)

¡Brama cuanto quieras, y que tu furor

conjure contra mí la angustia eterna!

Este amor que me gobierna,

es más fuerte que tú y que yo.

Brama cuanto quieras, y que tu furor, etc.

 

ADALGISA

(suplicante, a Norma)

¡Ah! No permitas que yo cause

a tu corazón un dolor tan cruel.

¡Ah! Interpónganse mares y montañas

entre el traidor y yo para toda la eternidad. ¡Ah!

 

NORMA

Maldito por mi ira

no gozarás de un amor impío, etc.

 

ADALGISA

Sabré sofocar mi dolor,

y devorar mi tormento.

Moriré, para que este ser cruel

vuelva junto a sus hijos, junto a ti. Etc.

 

POLLIONE

Ningún dios podría inventar

un suplicio más cruel que el mío.

Fui maldito el día

en que e! destino te ofreció a mi vista.

Maldito fui por ti.

 

(Se oye el sonido del escudo druídico, que

convoca a Norma para el rito en el templo.)

 

CORO

(desde dentro)

Norma, Norma, ¡Al altar!

¡Suena feroz

la voz de Irminsul!

Norma, Norma ¡Al altar sagrado!

 

NORMA

¡Ah! ¡La llamada de la muerte!

¡Ah va. Ella está cerca de ti aquí, etc.

 

ADALGISA

¡Ah! La llamada de la muerte suena para ti,

Va. Ella está cerca de ti aquí, etc.

 

POLLIONE

¡Ah! ¡Qué sonido!

Sí, la desprecio, sí, pero primero

caerá tu dios a mis pies, etc.

 

(Norma empuja de un brazo a Pollione,

y le hace señas para que salga. Pollione

se aleja furioso)

 

ACTO SEGUNDO

 

Escena Primera

 

(Interior de la morada de Norma. A un lado,

lecho romano cubierto con pieles de oso,

sobre el que duermen los hijos de Norma.

Entra ésta, con una luz en una mano y un

puñal en la otra. Se sienta y coloca la

luz sobre la mesa. Está pálida  y se

aproxima a los niños)

 

NORMA

Duermen los dos;

no verán la mano

que les hiere.

No te arrepientas, corazón mío;

ya no pueden vivir.

Aquí les aguarda el suplicio,

en Roma, el oprobio,

un suplicio aún peor.

Esclavos de una madrastra.

¡Ah! No, jamás.

 

(Se levanta resuelta)

 

Mueran, pues.

 

(Da un paso y se detiene)

 

No puedo acercarme,

el horror me paraliza,

mis cabellos se erizan de espanto.

¡Matar a mis hijos!

Mis hijos bienamados,

que en un tiempo fueron

mi alegría, y en cuya sonrisa

creía ver el perdón del cielo.

¿Y he de matarlos?

¿De qué son culpables?

 

(Con resolución)

 

Son hijos de Pollione,

ese es su delito.

Para mí, es como si estuvieran ya muertos.

Mueran, pues, para él y que

ningún otro dolor pueda igualarse al suyo.

¡Mueran ya!

 

(Se acerca al lecho y alza el puñal)

 

¡Ah, no! ¡Son mis hijos!

 

(grita aterrorizada. El grito despierta

a los niños y Norma los abraza llorando.)

 

¡Mis hijos!

¡Clotilde!

 

(Clotilde entra)

 

¡Corre, haz venir a Adalgisa!

 

CLOTILDE

Cerca de aquí deambula sola,

llorosa, rezando.

 

NORMA

¡Ve!

 

(Clotilde sale a buscarla)

 

Sea reparada mi falta,

y después la muerte.

 

ADALGISA

(entrando vacilante)

¿Me has llamado, Norma?

 

(Sorprendida)

 

¿Qué triste palidez cubre tu rostro?

 

NORMA

Es la palidez de la muerte.

Quiero revelarte toda mi vergüenza.

Un único ruego te haré y cúmplelo:

si es que algo de piedad

despiertan en ti el dolor de mi presente

y el dolor de mi futuro.

 

ADALGISA

Todo te lo prometo.

 

NORMA

¡Júralo!

 

ADALGISA

Lo juro.

 

NORMA

Oye. He resuelto purificar esta atmósfera

que mi presencia ha contaminado; mas no puedo

llevar conmigo a estas desdichadas criaturas;

a ti te las confío.

 

ADALGISA

¡Cielos! ¿A mí me las confías?

 

NORMA

Llévalas al campamento romano junto a aquel

cuyo nombre no oso pronunciar.

 

ADALGISA

¡Ay! ¿Qué me estás pidiendo?

 

NORMA

¡Que él sea para ti un esposo menos cruel!

Yo le perdono y me preparo a morir.

 

ADALGISA

¿Esposo? ¡Ah, nunca!

 

NORMA

Te imploro por sus hijos.

¡Ay! Llévalos contigo.

Cuídalos, protégelos.

Para ellos no pido ni honores ni poder;

sean éstos reservados para tus propios hijos;

tan sólo te pido que no los abandones.

Sirvan, para satisfacerte,

el desprecio y la traición

que sufrí, por causa tuya.

¡Adalgisa, ay! Siente compasión

ante esta terrible amargura.

 

ADALGISA

¡Norma! ¡Ah! Norma bienamada,

por mí has de seguir siendo madre.

Conserva a tus hijos junto a ti.

¡Ah!, no, yo jamás

abandonaré estos lugares.

 

NORMA

Lo has jurado...

 

ADALGISA

Sí, lo he jurado,

mas por tu bien, sólo por tu bien.

Iré al campamento y al ingrato

referiré todos tus sufrimientos.

La piedad que en mí has despertado

sabrá expresarse con acentos sublimes.

Confía sí, confía que en él volverá

a despertarse el amor

Conozco su corazón.

De nuevo, Norma en él reinará.

Confía, sí, Norma en su corazón.

Una vez más, Norma en él reinará.

 

NORMA

¿Insinúas que yo le implore?

¡Ah, no! ¡Jamás! ¡Ah, no!

 

ADALGISA

Norma, cede.

 

NORMA

¡No, no te oiré más!

¡Déjame, vete!

 

ADALGISA

¡Ah, no! ¡Jamás, no, ah! ¡No!

Mira, Norma, junto a tus rodillas

a estas amadas criaturitas.

¡Ah! Apiádate de ellos, ¡ah!

aunque de ti no tengas piedad.

 

NORMA

¿Por qué mi constancia intentas doblegar

con tan tiernos sentimientos?

Ante la muerte, ¡ay! un corazón

ya no puede tener ilusiones ni esperanza.

 

ADALGISA

¡Mira a estas amadas criaturitas!

Esos queridos niños, ¡ah! Míralos, ¡ah!

Mira, Norma, junto a tus rodillas, etc.

 

NORMA

¡Ah! ¿Por qué, ah por qué

intentas doblegar, ah! ¿Por qué? ¡ah!

¡Ah! ¿Por qué mi constancia?, etc.

 

ADALGISA

¡Cede, ah, cede!

 

NORMA

¡Ah! ¡Déjame! ¡Él te quiere!

 

ADALGISA

Ya está arrepentido.

 

NORMA

¿Y tú?

 

ADALGISA

Lo amé, pero ahora mi alma

tan sólo alberga amistad.

 

NORMA

¡Oh, jovencita! ¿Y tu querrías?...

 

ADALGISA

Devolverte tus derechos;

ante ti, el cielo y los hombres

juro ocultarme para siempre

 

NORMA

Sí, has vencido. Abrázame.

En ti vuelvo a encontrar a la amiga.

 

NORMA Y ADALGISA

Sí, hasta mi última hora

por compañera, por compañera me tendrás;

ancho es el mundo

para cobijarnos a las dos.

Contigo, firme opondré

mi ánimo a las asechanzas del destino,

en tanto que junto al mío,

sienta latir tu corazón, etc.

¡Ah!

Sí, hasta mi ultima hora, etc.

 

(Salen)

 

Escena Segunda

 

(Lugar solitario cercano al bosque de los

druidas, rodeado de barrancos y cavernas.

Al fondo un lago atravesado por un

puente de piedra)

 

CORO DE GUERREROS

¿Aún no se ha ido?

Todavía está en el campamento.

Todo lo indica:

los cantos fanfarrones,

el fragor, el sonido de las armas,

el ondear de las enseñas.

Ningún obstáculo

nos turbará, no nos detendrá.

Esperemos, esperemos.

Ningún obstáculo, etc.

Y en el silencio, el corazón

se dispone a consumar

la gran empresa, etc.

Y en el silencio, etc.

 

OROVESO

(entrando)

¡Guerreros! Como heraldo de un futuro mejor,

desearía presentarme ante vosotros.

El generoso ardor,

la ira que inflama vuestros pechos,

quisiéralos yo secundar;

pero el dios no lo quiere.

 

GUERREROS

¿Cómo? ¿Nuestros bosques

no ha abandonado el aborrecido procónsul?

¿No regresa acaso al Tiber?

 

OROVESO

Más temible y cruel

es el jefe romano

que sucederá a Pollione.

 

GUERREROS

¿Norma lo sabe?

¿Aún nos aconseja la paz?

 

OROVESO

En vano he escrutado el pensamiento de Norma.

 

GUERREROS

¿Qué piensas hacer?

 

OROVESO

Someternos al destino,

separarnos y no dejar indicios

del fallido intento.

 

GUERREROS

¿Y seguir fingiendo?

 

OROVESO

¡Cruel ley! Lo sé.

 

(Con ferocidad)

 

¡Ah! El infame yugo de Roma,

me irrita y ansío empuñar las armas;

pero el cielo se muestra siempre enemigo

y debemos disimular.

 

GUERREROS

¡Ah sí! Finjamos, si el fingir nos ayuda;

pero anide el furor en nuestro pecho.

 

OROVESO

Debemos guardar en nuestro corazón la ira,

para que así Roma la crea extinguida.

Día llegará en que se despierte,

para inflamarnos con mayor fuerza.

 

GUERREROS

¡Ay de Roma, cuando la señal

de combate proclame el altar sagrado!

Sí, pero finjamos, si el fingir nos ayuda;

pero anide el furor en nuestro pecho.

¡Ay de Roma, cuando la señal

de combate proclame el altar sagrado!

 

OROVESO

Disimulemos, sí,

conviene disimular.

Día llegará en que se despierte,

para inflamarnos con mayor fuerza.

 

GUERREROS

Pero disimulemos, sí, conviene disimular.

Sí, ¡disimulemos!

 

(Oroveso y los guerreros se van)

 

Escena Tercera

 

(Templo de Irminsul.

A un lado el altar de los druidas)

 

NORMA

Él volverá, sí.

Mi confianza he puesto en Adalgisa:

él volverá arrepentido,

suplicante, amante.

¡Oh! Ante semejante pensamiento

se disipan los negros nubarrones

que oprimían mi frente

y el sol vuelve a sonreírme,

como en los días felices

de mi primer amor.

 

(Entra Clotilde.)

 

¡Clotilde!

 

CLOTILDE

¡Oh, Norma! ¡Debes tener valor!

 

NORMA

¿Qué dices?

 

CLOTILDE

¡Ay de mí!

 

NORMA

Habla, habla.

 

CLOTILDE

En vano habló y lloró Adalgisa.

 

NORMA

¿Y yo me fié de ella?

Tramaba escapar de entre mis manos

y, aún más hermosa en su dolor,

presentarse ante el miserable.

 

CLOTILDE

Ha regresado al templo.

Triste, doliente,

implora pronunciar sus votos.

 

NORMA

¿Y él?

 

CLOTILDE

Él ha jurado raptarla,

incluso del altar del dios.

 

NORMA

Demasiado presume el cobarde.

Lo impedirá mi venganza,

y aquí la sangre, la sangre romana,

correrá a torrentes.

 

(Clotilde se retira.  Norma corre

al altar y golpea tres veces

el escudo de Irminsul.

Trompetas en el exterior)

 

CORO

(desde fuera)

¡La llamada del escudo del dios

 

(Desde todas partes acuden Oroveso,

druidas, bardos y sacerdotes. Norma

se coloca en el altar)

 

OROVESO Y CORO

¡Norma! ¿Qué sucede?

¿Qué decretos nos impone a la tierra

la llamada del escudo de Irminsul?

 

NORMA

¡Guerra, muerte, exterminio!

 

OROVESO Y CORO

¡Hasta ahora tan solo la paz

nos imponían tus labios!

 

NORMA

Y ahora la ira,

la furia y la muerte.

¡Entonad, oh guerreros, el cántico de guerra!

¡Guerra, guerra!

¡Sangre, sangre! ¡Venganza!

¡Guerra, guerra!

 

OROVESO Y CORO

¡Guerra, guerra! Las gálicas selvas,

tanto como de encinas, se pueblan de guerreros.

Como sobre el ganado los animales voraces,

caerán ellos sobre los romanos.

 

NORMA

¡Sangre, sangre! ¡Venganza!

¡Muerte, muerte!

 

OROVESO Y CORO

¡Sangre, sangre! Las gálicas hachas

hasta el mango teñidas de sangre están.

Sobre las aguas impuras del Loira,

burbujea con fúnebre son.

 

NORMA

¡Guerra, guerra!

¡Sangre, sangre! ¡Venganza!

 

OROVESO Y CORO

¡Muerte! ¡Muerte! ¡Exterminio! ¡Venganza!

Ya se acerca; nos apremia, se cumple.

Cual trigo segado por las hoces,

caerán las legiones de Roma.

 

NORMA

¡Muerte! ¡Muerte!

 

OROVESO E CORO

Rotas las alas, quebradas las garras,

yace abatida el águila.

¡Para contemplar el triunfo de sus hijos,

he aquí al dios, sobre un rayo de sol!

 

OROVESO

¿No cumples el rito, Norma?

¿No señalas a la víctima?

 

NORMA

Está dispuesta.

Nunca el terrible altar

estuvo falto de víctimas.

Pero, ¿qué es ese tumulto?

 

(Entra Clotilde precipitadamente)

 

CLOTILDE

Un romano ha ultrajado

nuestro templo;

ha sido apresado en el claustro

sagrado de las vírgenes.

 

OROVESO Y CORO

¿Un romano?

 

NORMA

(Para sí)

¿Qué oigo? ¿Y si fuera él?

 

OROVESO Y CORO

Ahí lo traen.

 

(Entra Pollione, conducido por dos guerreros)

 

NORMA

(para sí)

¡Es él!

 

OROVESO Y CORO

¡Es Pollione!

 

NORMA

(para sí)

¡Estoy vengada!

 

OROVESO

¿Sacrílego enemigo, qué te llevó

a violar tan sagrados recintos,

desafiando la ira de Irminsul?

 

POLLIONE

¡Mátame! Pero no me interrogues.

 

NORMA

(mostrándose)

Debo herirlo yo misma. ¡Apartaos!

 

POLLIONE

¿Qué veo? ¡Norma!

 

NORMA

Sí, Norma.

 

OROVESO Y CORO

Empuña el arma sagrada

y venga al dios.

 

NORMA

(Coge el puñal de la mano de Oroveso)

Sí, hirámosle.

 

(se detiene)

 

OROVESO Y CORO

¿Tiemblas?

 

NORMA

(Para sí)

¡Ah, no puedo!

 

OROVESO Y CORO

¿Qué sucede? ¿Por qué te detienes?

 

NORMA

(Para sí)

¿Puedo acaso sentir piedad?

 

OROVESO Y CORO

¡Hiérele!

 

NORMA

Debo interrogarlo,

descubrir quien es la sacerdotisa,

engañada o cómplice,

que el impío incitó

a cometer semejante delito.

Retiraos un momento.

 

OROVESO Y CORO

(marchándose)

¿Qué piensa hacer?

 

POLLIONE

(Para sí)

Tiemblo.

 

(Oroveso y el coro se retiran.

El templo queda vacío)

 

NORMA

En mis manos estás, al fin:

nadie podría romper tus ligaduras.

Sólo yo puedo.

 

POLLIONE

No debes.

 

NORMA

Lo deseo.

 

POLLIONE

Pero ¿cómo?

 

NORMA

Escúchame.

Por tu dios y por tus hijos

debes jurar que, desde este instante,

te apartarás para siempre de Adalgisa,

y no la separarás del altar.

La vida yo te perdono

y nunca más volverás a verme.

¡Júralo!

 

POLLIONE

¡No! No soy tan cobarde.

 

NORMA

¡Júralo! ¡Júralo!

 

POLLIONE

¡Ah! ¡Antes moriría!

 

NORMA

¿Ignoras acaso que mi ira

supera a la tuya?

 

POLLIONE

Espero su golpe.

 

NORMA

¿No sabes que a nuestros hijos,

en el corazón, esta daga?...

 

POLLIONE

¡Oh Dios! ¿Qué oigo?

 

NORMA

Sí, contra ellos alcé su filo.

¡Ya ves, a qué extremos he llegado!

No los herí, pero ahora

podría consumar el crimen.

En un instante puedo olvidar

que soy madre.

 

POLLIONE

¡Ah! ¡Cruel! En el pecho del padre

debes hundir el puñal.

¡Dámelo!

 

NORMA

¿A ti?

 

POLLIONE

¡Que sólo yo muera!

 

NORMA

¿Tu sólo? ¡Todos!

Los romanos, a miles,

segados caerán, exterminados.

Y Adalgisa...

 

POLLIONE

¡Ay de mí!

 

NORMA

... infiel a sus votos...

 

POLLIONE

¿Y bien, cruel?

 

NORMA

...Adalgisa será castigada;

entre las llamas perecerá, sí, perecerá.

 

POLLIONE

¡Ah! ¡Toma mi vida,

pero de ella, de ella ten piedad!

 

NORMA

¿Imploras al fin? ¡Indigno! ¡Ya es tarde!

En su corazón quiero herirte, sí;

en su corazón quiero herirte.

Ya me regocijo con tu mirada

de dolor por su muerte;

puedo, al fin,

igualar tu dolor al mío.

puedo igualar al fin, etc.

 

POLLIONE

¡Ah! que te aplaque mi terror;

heme aquí, a tus pies, llorando.

Sobre mí descarga todo tu furor,

pero apiádate de una inocente;

que tu venganza se satisfaga

con que yo me dé muerte delante de ti.

 

NORMA

En su corazón quiero herirte.

 

POLLIONE

¡Ah! que te aplaque mi terror.

 

NORMA

No, en su corazón...

 

POLLIONE

¡No, cruel!

 

NORMA

...quiero herirte.

 

POLLIONE

Sobre mí descarga todo tu furor

pero apiádate de una inocente.

 

NORMA

Ya me regocijo con tu mirada,

de tu dolor con su muerte;

puedo al fin, hacerte

tan desgraciado como lo soy yo

 

POLLIONE

¡Ah! ¡Cruel!

 

NORMA

Puedo, al fin,

hacerte tan desgraciado como lo soy yo, etc.

 

POLLIONE

Que sea suficiente para tu venganza,

el que yo me dé muerte delante de ti

que sea suficiente para tu venganza, etc.

Dame esa daga.

 

NORMA

¿Qué intentas? Aparta.

 

POLLIONE

¡La daga! ¡La daga!

 

NORMA

(Gritando)

¡A mí, acudid, ministros, sacerdotes!

 

(Todos entran en escena)

 

A vuestra ira una nueva víctima revelaré.

Una sacerdotisa perjura,

que infringió los sagrados votos,

traicionó a la patria

y ofendió a los dioses de nuestros antepasados.

 

OROVESO E CORO

¡Oh, delito! ¡Oh, furor!

Dinos quién es.

 

NORMA

Sí, preparad la hoguera.

 

POLLIONE

(A Norma)

¡Oh! ¡Una vez más te imploro!

Norma, ¡piedad!

 

OROVESO E CORO

Revélanos su nombre.

 

NORMA

Escuchad.

 

(para sí)

 

Siendo yo culpable ¿puedo acusar

a una inocente de mi misma falta?

 

OROVESO E CORO

Habla. ¿Quién es?

 

POLLIONE

(A Norma)

¡Ah! No lo digas.

 

NORMA

Soy yo.

 

OROVESO E CORO

¿Tú? ¡Norma!

 

NORMA

Yo misma; erigid la hoguera.

 

OROVESO E CORO

(para sí)

¡El horror nos paraliza!

 

POLLIONE

(para sí)

Me abandona el valor.

 

OROVESO E CORO

¿Tú, pecadora?

 

POLLIONE

¡No la creáis!

 

NORMA

Norma no miente.

 

OROVESO

¡Oh! ¡Qué vergüenza!

 

CORO

¡Oh! ¡Qué horror!

 

NORMA

(a Pollione)

Que esta hora terrible te revele

qué corazón traicionaste y perdiste.

De mí, en vano intentaste huir;

cruel romano, conmigo estás.

Un dios, un hado mas fuerte que tú,

nos quiere unidos, en la vida y en la muerte.

Incluso sobre la hoguera que me devorará,

incluso en la tumba, contigo estaré.

 

POLLIONE

(A Norma)

¡Ah, demasiado tarde te he conocido;

mujer sublime, te he perdido!

 

NORMA

Que esta hora terrible, etc.

 

POLLIONE

Con mi remordimiento ha renacido el amor,

más desesperado, más frenético que antaño.

Juntos moriremos, ah, sí, moriremos,

 

NORMA

Esta hora terrible...

 

POLLIONE

mis palabras postreras serán que te quiero.

Pero en la hora de la muerte, no me aborrezcas;

antes de morir, ¡perdóname!

 

OROVESO E CORO

¡Oh! Vuelve en ti, devuélvenos la paz...

 

NORMA

(A los Sacerdotes)

Yo soy la culpable.

 

OROVESO Y CORO

Tu anciano padre te implora;

 

POLLIONE

(Acercándose a Norma)

No me aborrezcas.

 

NORMA

(a Pollione)

Qué corazón perdiste,

 

OROVESO E CORO

Di que deliras, di que mientes

y que sólo palabras necias salen de tu boca.

 

POLLIONE

¡Moriremos juntos! ¡Ah, sí! Moriremos.

 

NORMA

te revelará esta hora terrible.

 

OROVESO Y CORO

El dios severo, que aquí te escucha,

 

POLLIONE

¡Ah!, ¡perdona!

 

OROVESO Y CORO

si guarda silencio, si el trueno refrena,

 

POLLIONE

ah! Te he perdido.

 

NORMA

¡Sí, y para siempre!

 

OROVESO Y CORO

nos da un indicio, un indicio seguro,

 

POLLIONE

¡Mujer sublime!

 

NORMA

Esta hora terrible te lo revelará,

 

POLLIONE

perdona, ¡perdón!

 

OROVESO Y CORO

de que semejante crimen no debe castigar.

¡Ah! No, que el dios no debe castigar, etc.

 

NORMA

cruel! ¡Para siempre,

ah! ¡Sí, cruel!

 

POLLIONE

¡Te he perdido, mujer sublime!

¡Qué he hecho, oh cielos!

 

OROVESO E CORO

¡Norma! ¡Oh! Norma, justifícate.

¿Callas? ¿Acaso no escuchas?

 

NORMA

(acercándose a Pollione

que escucha sus palabras)

¡Cielos! ¿Y mis hijos?

 

POLLIONE

¡Ay! ¡Desdichados! ¡Oh, dolor!

 

NORMA

(volviéndose hacia Pollione)

¿Y nuestros hijos?

 

POLLIONE

¡Oh, dolor!

 

(Como presa de un pensamiento

súbito. Norma se acerca hacia su padre.

Pollione durante toda esta escena

observa con agitación los movimientos

de Norma y Oroveso)

 

OROVESO Y CORO

¿Norma, eres culpable? ¡Habla!

 

NORMA

Sí, más allá de toda humana idea.

 

OROVESO Y CORO

¡Impía!

 

NORMA

(A Oroveso)

¡Escúchame!

 

OROVESO

¡Aparta!

 

NORMA

(arrastrándolo con esfuerzo aparte)

¡Por piedad! ¡Escúchame!

 

OROVESO

¡Oh! ¡Dolor!

 

NORMA

(en voz baja a Oroveso)

Soy madre.

 

OROVESO

¡Madre!

 

NORMA

Cálmate.

Clotilde tiene a mis hijos.

Acógelos contigo y ponlos

al abrigo de los bárbaros.

 

OROVESO

¡No, jamás! ¡Aparta, déjame!

 

NORMA

¡Oh, padre! ¡Oh, padre!

Un último ruego.

 

(Arrodillándose)

 

POLLIONE Y OROVESO

¡Oh, dolor!

 

CORO

¡Oh, qué horror!

 

NORMA

(siempre en voz baja, a Oroveso)

¡Ah! No los conviertas en víctimas

de mi error fatal.

¡Ah! no los trunques, en la flor

de su inocente edad.

Piensa que son tu sangre,

y ten piedad de ellos,

¡ah, padre, de ellos ten piedad!

 

POLLIONE

Se siente ya conmovido.

 

OROVESO Y CORO

¡Llora! ¡Reza!

 

NORMA

¿Lloras, padre?

Llora y perdona.

¡Ah! me perdonas.

Tu llanto me lo dice.

No te pido más. Soy feliz.

¡Ah! No te pido más, ah, no.

Contenta subo a la hoguera.

 

POLLIONE

¡Oh cielos! ¡Oh cielos! ¡Ah, sí, cielos!

¡Ah, no pido más!

Contento subiré a la hoguera.

 

OROVESO

Siento el corazón oprimido.

¡Ha vencido el amor, oh cielos

¡Ah! sí. ¡Oh, dolor! ¡Oh, dolor!

¡Hija! ¡Ah!

Jamás podré, ¡ay!, consolarme.

 

CORO

¿Qué es lo que espera?

Su plegaria debe ser rechazada.

Despójesela de su corona.

Cúbrasela de luto. ¡Ah, sí, llora!

 

POLLIONE

¡No pido más, oh cielos!

¿Puede ser cierto? ¡Ah, sí!

¡Ah!, sí. ¡Oh, cielos!, etc.

 

NORMA

¡Padre, ah, padre!

¿Me lo prometes?

¡Ah! ¡Me perdonas!

Estas lágrimas lo dicen, etc.

 

OROVESO

¡Ah! Cesa infeliz.

Te lo prometo, ¡ah! Sí.

¡Ah! sí. ¡Oh dolor! ¡Oh dolor!

¡Hija! ¡Ah!

¡No podré jamás consolarme!

 

CORO

¿Qué es lo que espera?, etc.

 

(Dos druidas cubren a

Norma con un velo negro.)

 

¡Ve a la hoguera!

 

OROVESO

¡Ve, infeliz!

 

NORMA

(encaminándose)

¡Padre, adiós!

 

CORO

Ve a la hoguera y que tu castigo

purifique el altar y purifique el templo,

¡maldita seas en la hora de tu muerte!

 

POLLIONE

Tu hoguera, Norma, es la mía;

¡más santo

comienza en ella el eterno amor!

 

NORMA

(se vuelve una vez más)

¡Padre, adiós!

 

OROVESO

(la mira)

Adiós.

 

(Pollione y Norma son

arrastrados a la hoguera)

 

FIN DE LA ÓPERA

 

ATTO PRIMO

Scena Prima

 

(Foresta sacra de' Druidi. In mezzo

la quercia d'Irminsul, al piè della quale

vedesi la pietra druidica che serve d'altare.

Colli in distanza sparsi di selve. È notte;

lontani fuochi trapelano dai boschi.

Al suono di marcia religiosa diffilano

le schiere de' Galli, indi la processione

de' Druidi. Per ultimo Oroveso coi

maggiori Sacerdoti.)

 

OROVESO

Ite sul colle, o Druidi,

Ite a spiar ne' cieli

Quando il suo disco argenteo

La nuova Luna sveli!

Ed il primier sorriso

Del virginal suo viso

Tre volte annunzi il mistico

Bronzo sacerdotal!

 

DRUIDI

Il sacro vischio a mietere

Norma verrà?

 

OROVESO

Sì, Norma, sì verrà.

 

DRUIDI

Verrà, verrà.

 

OROVESO

Sì, sì.

 

DRUIDI

Dell'aura tua profetica,

Terribil Dio, l'informa!

Sensi, o Irminsul, le inspira

D'odio ai Romani e d'ira,

Sensi che questa infrangano

Pace per noi mortal, sì!

 

OROVESO

Sì. Parlerà terribile

Da queste quercie antiche,

Sgombre farà le Gallie

Dall'aquile nemiche,

E del suo scudo il suono,

Pari al fragor del tuono,

 

OROVESO E DRUIDI

Nella città dei Cesari

Tremendo echeggerà!

 

DRUIDI

E del suo scudo il suono, ecc.

 

OROVESO

Pari al fragor, ecc.

 

(Tutti s'avviano nell'interno

della foresta)

 

OROVESO E DRUIDI

(di dentro, perdendosi)

Luna, t'affretta sorgere!

Norma all'altar verrà!

O Luna, t'affretta!

 

(Escono quindi da un lato Flavio e Polline

guardinghi e ravvolti nelle loro toghe.)

 

POLLIONE

Svanir le voci!

E dell'orrenda selva

Libero è il varco.

 

FLAVIO

In quella selva è morte

Norma tel disse.

 

POLLIONE

Profferisti un nome

Che il cor m'agghiaccia.

 

FLAVIO

Oh, che di' tu?

L'amante!

La madre de' tuoi figli!

 

POLLIONE

A me non puoi far tu rampogna,

Ch'io mertar non senta.

Ma nel mio core è spenta

La prima fiamma,

E un Dio la spense,

Un Dio nemico al mio riposo

Ai piè mi veggo l'abisso aperto,

E in lui m'avvento io stesso.

 

FLAVIO

Altra ameresti tu?

 

POLLIONE

Parla sommesso;

Un'altra, sì; Adalgisa;

Tu la vedrai;

Fior d'innocenza e riso,

Di candore e d'amor.

Ministra al tempio

Di questo Dio di sangue,

Ella v'appare

Come raggio di stella in ciel turbato.

 

FLAVIO

Misero amico! E amato Sei tu del pari?

 

POLLIONE

Io n'ho fidanza.

 

FLAVIO

E l'ira non temi tu di Norma?

 

POLLIONE

Atroce, orrenda

me la presenta Il mio rimorso estremo;

Un sogno...

 

FLAVIO

Ah! Narra.

 

POLLIONE

In rammentarlo io tremo.

Meco all'altar di Venere

Era Adalgisa in Roma,

Cinta di bende candide,

Sparsa di fior la chioma;

udia d'Imene i cantici,

Vedea fumar gl'incensi,

Eran rapiti i sensi

Di voluttade e amore.

Quando fra noi terribile

Viene a locarsi un'ombra

L'ampio mantel druidico

Come un vapor l'ingombra;

Cade sull'ara il folgore,

D'un vel si copre il giorno,

Muto si spande intorno

Un sepolcrale orror.

Più l'adorata vergine

Io non mi trovo accanto;

N'odo da lunge un gemito

Misto de' figli al pianto;

Ed una voce orribile

Echeggia in fondo al tempio

"Norma così fa scempio

D'amante traditor!"

 

(Squilla il sacro bronzo.

Trombe di dentro)

 

FLAVIO

Odi? I suoi riti a compiere

Norma dal tempio move.

 

DRUIDI

(lontani)

Sorta è la Luna, o Druidi.

Ite, profani, altrove,

Ite altrove, ite altrove!

 

FLAVIO

Vieni;

 

POLLIONE

Mi lascia.

 

FLAVIO

Ah, m'ascolta!

 

POLLIONE

Barbari!

 

FLAVIO

Fuggiam;

 

POLLIONE

Io vi proverrò!

 

FLAVIO

Vieni; Fuggiam;

Scoprire alcun ti può.

 

POLLIONE

Traman congiure i barbari,

Ma io li preverrò!

 

FLAVIO

Ah! Vieni, fuggiam

Sorprendere alcun ti può.

 

DRUIDI

(lontani)

Ite, profani, altrove.

 

POLLIONE

Me protegge, me difende

Un poter maggior di loro

È il pensier di lei che adoro,

È l'amor che m'infiammò.

Di quel Dio che a me contende

Quella vergine celeste,

Arderò le rie foreste,

L'empio altare abbatterò.

 

FLAVIO

Vieni, vieni.

 

DRUIDI

(sempre lontani)

Sorta è la Luna, o Druidi.

Ite, profani, altrove,

Ite altrove.

 

POLLIONE

Traman congiure i barbari,

 

FLAVIO

Scoprire alcun ti può;

Vieni ; Fuggiam;

 

POLLIONE

Ma io li preverrò!

Me protegge, me difende, ecc.

 

(Pollione e Flavio partono rapidamente.

Druidi dal fondo, Sacerdotesse,

Guerrieri, Bardi, Sacrificatori,

e in mezzo a tutti, Oroveso.)

 

CORO

Norma viene: le cinge la chioma

La verbena ai misteri sacrata;

In sua man come luna falcata

L'aurea falce diffonde splendor.

Ella viene, e la stella di Roma

Sbigottita si copre d'un velo;

Irminsul corre i campi del cielo

Qual cometa fioriera d'orror.

 

(Entra Norma in mezzo alle sue ministre.

Ha sciolto i cappelli, la fronte circondata

di una corona di verbena, ed armata la mano

d'una falce d'oro. Si colloca sulla pietra

druidica, e volge gli occhi d'intorno come

ispirata. Tutti fanno silenzio.)

 

NORMA

Sediziose voci, voci di guerra

Avvi chi alzarsi attenta

Presso all'ara del Dio?

V'ha chi presume

Dettar responsi alla veggente Norma,

E di Roma affrettar il fato arcano?

Ei non dipende, no, non dipende

Da potere umano.

 

OROVESO

E fino a quando oppressi

Ne vorrai tu?

Contaminate assai

Non fur le patrie selve

E i templi aviti

Dall'aquile latine?

Omai di Brenno oziosa

Non può starsi la spada.

 

UOMINI

Si brandisca una volta!

 

NORMA

E infranta cada.

Infranta, sì, se alcun di voi snudarla

Anzi tempo pretende.

Ancor non sono della nostra vendetta I dì maturi.

Delle sicambre scuri

Sono i pili romani ancor più forti.

 

OROVESO E UOMINI

E che t'annunzia il Dio?

Parla! Quai sorti?

 

NORMA

Io ne' volumi arcani leggo del cielo,

In pagine di morte

Della superba Roma è scritto il nome.

Ella un giorno morrà,

Ma non per voi.

Morrà pei vizi suoi,

Qual consunta morrà.

L'ora aspettate, l'ora fatal

Che compia il gran decreto.

Pace v'intimo ;

E il sacro vischio io mieto.

 

(Falcia il vischio; le Sacerdotesse lo

raccolgono in canestri di vimini; Norma

si avanza e stende le braccia al cielo;

la luna splende in tutta la sua luce;

tutti si prostrano.)

 

Casta Diva, che inargenti

Queste sacre antiche piante,

Al noi volgi il bel sembiante,

Senza nube e senza vel!

 

OROVESO E CORO

Casta Diva, che inargenti

Queste sacre antiche piante,

Al noi volgi il bel sembiante,

Senza nube e senza vel!

 

NORMA

Tempra, o Diva,

Tempra tu de' cori ardenti,

Tempra ancora lo zelo audace.

Spargi in terra quella pace

Che regnar tu fai nel ciel.

 

OROVESO E CORO

Diva, spargi in terra

Quella pace che regnar Tu fai nel ciel.

 

NORMA

Fine al rito.

E il sacro bosco

Sia disgombro dai profani.

Quando il Nume irato e fosco

Chiegga il sangue dei Romani,

Dal druidico delubro

La mia voce tuonerà.

 

OROVESO E CORO

Tuoni,

E un sol del popolo empio

Non sfugga al giusto scempio;

E primier da noi percosso

Il Proconsole cadrà.

 

NORMA

Cadrà!

Punirlo io posso.

 

(Fra sè)

 

Ma punirlo il cor non sa.

Ah! bello a me ritorna

Del fido amor primiero,

E contro il mondo intiero

Difesa a te sarò.

Ah! bello a me ritorna

Del raggio tuo sereno

E vita nel tuo seno

E patria e cielo avrò.

 

OROVESO E CORO

Sei lento, sì, sei lento,

O giorno di vendetta,

Ma irato il Dio t'affretta

Che il Tebro condannò!

 

NORMA

Ah! Bello a me ritorna, ecc.

 

OROVESO E CORO

Ma irato, si, il Dio t'affretta

Che il Tebro condannò!

 

NORMA

(Fra sè)

Ah! riedi ancora qual eri allora,

Quando il cor ti diedi allora, ecc.

ah, riedi a me!

 

OROVESO E CORO

O giorno, il Dio t'affretta

Che il Tebro condannò!

 

(Norma parte, e tutti la seguono in ordine.

Entra Adalgisa.)

 

ADALGISA

Sgombra è la sacra selva,

Compiuto il rito.

Sospirar non vista alfin poss'io,

Qui ; dove a me s'offerse

La prima volta quel fatal Romano,

Che mi rende rubella

Al tempio, al Dio ;

Fosse l'ultima almen!

Vano desio!

Irresistibil forza qui mi trascina,

E di quel caro aspetto

Il cor si pasce,

E di sua cara voce

L'aura che spira mi ripete il suono.

 

(Corre a prostrarsi sulla pietra d'Irminsul.)

 

Deh! Proteggimi, o Dio!

Perduta io son!

Gran Dio, abbi pietà, Perduta io son!

 

(Pollione entra con Flavio.)

 

POLLIONE

(a Flavio)

Eccola! Va, mi lascia,

Ragion non odo!

 

(Flavio parte.)

 

ADALGISA

(vedendo a Pollione)

Oh, tu qui!

 

POLLIONE

Che veggo? Piangevi tu?

 

ADALGISA

Pregava.

Ah! T'allontana, pregar mi lascia!

 

POLLIONE

Un Dio tu preghi

Atroce, crudele,

Avverso al tuo desire e al mio.

O mia diletta!

Il Dio che invocar devi è Amore.

 

ADALGISA

(si allontana da lui)

Amor! Deh! Taci,

Ch'io più non t'oda!

 

POLLIONE

E vuoi fuggirmi?

E dove fuggir vuoi tu ch'io non ti segua?

 

ADALGISA

Al tempio, ai sacri altari

Che sposar giurai.

 

POLLIONE

Gli altari? E il nostro amor?

 

ADALGISA

Io l'obliai.

 

POLLIONE

Va, crudele, al Dio spietato

Offri in dono il sangue mio.

Tutto, ah, tutto ei sia versato,

Ma lasciarti non poss'io,

No, nol posso!

Sol promessa al Dio tu fosti,

Ma il tuo core a me si diede.

Ah! Non sai quel che mi costi

Perch'io mai rinunzi a te.

Ah! Non, ecc.

 

ADALGISA

E tu pure, ah, tu non sai

Quanto costi a me dolente!

All'altare che oltraggiai

Lieta andava ed innocente,

Sì, sì, v'andava innocente.

Il pensiero al cielo ergea

E il mio Dio vedeva in ciel!

Or per me spergiura e rea

Cielo e Dio ricopre un vel!

 

POLLIONE

Ciel più puro e Dei migliori

T'offro in Roma, ov'io mi reco.

 

ADALGISA

(colpita)

Parti forse?

 

POLLIONE

Ai nuovi albori.

 

ADALGISA

Parti? Ed io?

 

POLLIONE

Tu vieni meco.

De' tuoi riti è Amor più santo,

A lui cedi, ah, cedi a me!

 

ADALGISA

(più commossa)

Ah! Non dirlo! Ah! Non dirlo!

 

POLLIONE

Il dirò tanto, il dirò tanto

Che ascoltato io sia da te.

 

ADALGISA

Deh! Mi lascia!

 

POLLIONE

Ah! Deh cedi, deh cedi a me!

 

ADALGISA

Ah! Non posso!

Mi proteggi, o giusto ciel!

 

POLLIONE

Abbandonarmi così potresti!

Abbandonarmi così!

Adalgisa! Adalgisa!

 

(con tenerezza)

 

Vieni in Roma, ah, vieni, o cara,

Dov'è amore e gioia e vita!

Inebbriam nostr'alme a gara

Del contento a cui ne invita!

Voce in cor parla non senti,

Che promette eterno ben?

Ah! Dà fede a' dolci accenti,

Sposo tuo mi stringi al sen!

 

ADALGISA

(Fra sè)

Ciel! Così parlar l'ascolto

Sempre, ovunque, al tempio istesso!

Con quegli occhi, con quel volto,

Fin sull'ara il veggo impresso.

Ei trionfa del mio pianto,

Del mio duol vittoria ottien.

Ciel! Mi togli al dolce incanto,

O l'error perdona almen!

 

POLLIONE

Ah! Vieni!

 

ADALGISA

Deh! Pietà!

 

POLLIONE

Ah! Deh! Vieni, ah, vieni, o cara!

 

ADALGISA

Ah! Mai!

 

POLLIONE

Crudel! E puoi lasciarmi?

 

ADALGISA

Ah! Per pietà, mi lascia!

 

POLLIONE

Così, così scordarmi!

 

ADALGISA

Ah! Per pietà, mi lascia!

 

POLLIONE

Adalgisa!

 

ADALGISA

Ah! Mi risparmi tua pietà

Maggior cordoglio!

 

POLLIONE

Adalgisa! E vuoi lasciarmi?

 

ADALGISA

Io; Ah!;

Ah; Non posso; Seguirti voglio;

 

POLLIONE

Qui, domani all'ora istessa,

Verrai tu?

 

ADALGISA

Ne fo promessa.

 

POLLIONE

Giura.

 

ADALGISA

Giuro.

 

POLLIONE

Oh! Mio contento! Ti rammenta

 

ADALGISA

Ah! Mi rammento.

Al mio Dio sarò spergiura,

Ma fedel a te sarò!

 

POLLIONE

L'amor tuo mi rassicura,

E il tuo Dio sfidar saprò!

 

ADALGISA

Sì, fedel a te sarò

 

(Partono.)

 

Scena Seconda

 

(Abitazione di Norma. Norma,

Clotilde e due piccoli fanciulli.)

 

NORMA

Vanne, e li cela entrambi.

Oltre l'usato Io tremo d'abbracciarli.

 

CLOTILDE

E qual ti turba strano timor,

Che i figli tuoi rigetti?

 

NORMA

Nonso. Diversi affetti

Strazian quest'alma.

Amo in un punto ed odio i figli miei!

Soffro in vederli, E soffro s'io non li veggo.

Non provato mai Sento un diletto

Ed un dolore insieme d'esser lor madre.

 

CLOTILDE

E madre sei?

 

NORMA

Nol fossi!

 

CLOTILDE

Qual rio contrasto!

 

NORMA

Immaginar non puossi, o mia Clotilde!

Richiamato al Tebro è Pollione.

 

CLOTILDE

E teco ei parte?

 

NORMA

Ei tace il suo pensiero.

Oh! S'ei fuggir tentasse, e qui lasciarmi?

Se obbliar potesse Questi suoi figli!

 

CLOTILDE

E il credi tu?

 

NORMA

Non l'oso.

È troppo tormentoso,

Troppo orrendo è un tal dubbio.

Alcun s'avanza. Va. Li cela.

 

(Clotilde parte coi fanciulli.

Norma li abbraccia. Entra Adalgisa.)

 

Adalgisa!

 

ADALGISA

(da lontano, fra sè)

Alma, costanza!

 

NORMA

T'inoltra, o giovinetta, t'inoltra.

E perchè tremi?

Udii che grave a me segreto

Palesar tu voglia.

 

ADALGISA

È ver... Ma, deh, ti spoglia

Della celeste austerità

Che splende negli occhi tuoi!

Dammi coraggio,

Ond'io senza alcun velo ti palesi il core!

 

(Si prostra.)

 

NORMA

(la solleva)

M'abbraccia, e parla.

Che t'affligge?

 

ADALGISA

(dopo un momento di estazione)

Amore. Non t'irritar!

Lunga stagion pugnai per soffocarlo.

Ogni mia forza ei vinse,

Ogni rimorso.

Ah! Tu non sai, pur dianzi

Qual giuramento io fea!

Fuggir dal tempio,

Tradir l'altare a cui son io legata,

Abbandonar la patria

 

NORMA

Ahi! Sventurata!

Del tuo primier mattino

Già turbato è il sereno?

E come, e quando

Nacque tal fiamma in te?

 

ADALGISA

Da un solo sguardo, da un sol sospiro,

Nella sacra selva,

A piè dell'ara ov'io pregava il Dio.

Tremai ; Sul labbro mio

Si arrestò la preghiera.

E, tutta assorta

In quel leggiadro aspetto,

Un altro cielo mirar credetti,

Un altro cielo in lui.

 

NORMA

(Fra sè)

Oh! Rimembranza!

Io fui così rapita

Al sol mirarlo in volto!

 

ADALGISA

Ma non m'ascolti tu?

 

NORMA

Segui. T'ascolto.

 

ADALGISA

Sola, furtiva, al tempio

Io l'aspettai sovente,

Ed ogni dì più fervida

Crebbe la fiamma ardente.

 

NORMA

(Fra sè)

Io stessa arsi così.

 

ADALGISA

Vieni, ei dicea, concedi

Ch'io mi ti prostri ai piedi.

 

NORMA

(Fra sè)

Oh, rimembranza!

 

ADALGISA

Lascia che l'aura io spiri

 

NORMA

(Fra sè)

Io fui così sedotta!

 

ADALGISA

Dei dolci tuoi sospiri,

Del tuo bel crin le anella

Dammi, dammi poter baciar.

 

NORMA

(Fra sè)

Oh, cari accenti!

Così li profferia,

Così trovava del mio cor la via!

 

ADALGISA

Dolci qual arpa armonica

M'eran le sue parole,

Negli occhi suoi sorridere

Vedea più bello un sole.

 

NORMA

(Fra sè)

L'incanto suo fu il mio!

 

ADALGISA

Io fui perduta e il sono!

 

NORMA

(A Adalgisa)

Ah! Tergi il pianto!

 

ADALGISA

D'uopo ho del tuo perdono!

 

NORMA

Avrò pietade!

 

ADALGISA

Deh! Tu mi reggi e guida!

 

NORMA

Ah! Tergi il pianto!

 

ADALGISA

Me rassicura, o sgrida,

Salvami da me stessa,

Salvami, salvami dal mio cor

 

NORMA

Ah! Tergi il pianto!

Te non lega eterno nodo all'ara.

 

ADALGISA

Ah! Ripeti, o ciel,

Ripeti si lusinghieri accenti!

 

NORMA

Ah! sì! Ah!

Ah! Sì, fa core e abbracciami.

Perdono e ti compiango.

Dai voti tuoi ti libero,

I tuoi legami io frango.

Al caro oggetto unita

Vivrai felice ancor.

 

ADALGISA

Ripeti, o ciel, ripetimi

si lusinghieri accenti;

Per te, per te, s'acquetano

I lunghi miei tormenti.

Tu rendi a me la vita,

Se non è colpa amor.

 

NORMA

Vivrai felice ancor, ecc.

Ma di': l'amato giovane

Quale fra noi si noma?

 

ADALGISA

Culla non ebbe in Gallia:

Roma gli è patria.

 

NORMA

Roma? Ed è? Prosegui

 

(Entra Pollione)

 

ADALGISA

Il mira.

 

NORMA

Ei! Pollion!

 

ADALGISA

Qual ira!

 

NORMA

Costui, costui dicesti?

Ben io compresi?

 

ADALGISA

Ah! Sì.

 

POLLIONE

(inoltrandosi ad Adalgisa)

Misera te! Che festi?

 

ADALGISA

(smarrita)

Io?

 

NORMA

(a Pollione)

Tremi tu? E per chi?

E per chi tu tremi?

 

(Alcuni momenti di silenzio. Pollione

è confuso, Adalgisa tremante e

Norma fremente.)

 

Oh, non tremare, o perfido,

Ah, non tremar per lei!

Essa non è colpevole,

Il malfattor tu sei!

Trema per te, fellon,

Pei figli tuoi,

Trema per me, fellon!

 

ADALGISA

(tremante)

Che ascolto?

 

(A Norma)

 

Ah! Deh parla!

 

(A Pollione)

 

Taci? T'arretri! Ohimè!

 

(Si copre il volto colle mani; Norma

l'afferra per un braccio, e la

costringe a mirar Pollione.)

 

NORMA

(Ad Adalgisa)

Oh! Di qual sei tu vittima

Crudo e funesto inganno!

Pria che costui conoscere

T'era il morir men danno!

Fonte d'eterne lagrime

Egli a te pur dischiuse

Come il mio cor deluse,

L'empio il tuo core tradì!

 

ADALGISA

Oh, qual traspasare orribile

dal tuo parlar mistero!

 

NORMA

Oh! Di qual sei tu vittima, ecc.

 

ADALGISA

Trema il mio cor di chiedere,

Trema d'udire il vero!

Tutta comprendo, o misera,

Tutta la mia sventura,

Essa non ha misura,

S'ei m'ingannò così!

 

NORMA

Fonte d'eterno lagrime ecc.

 

POLLIONE

Norma! De' tuoi rimproveri

Segno non farmi adesso!

 

NORMA

Pria che costui conoscere, ecc.

Empio e tant'osi!

 

ADALGISA

Oh, qual mistero orribile, ecc.

 

POLLIONE

Deh! A quest'afflitta vergine

Sia respirar concesso!

Copra a quell'alma ingenua,

Copra nostr'onte un velo;

Giudichi solo il cielo

Quali più di noi fallì!

 

NORMA

Fonte, ah! Fonte d'eterne lagrime, ecc.

 

ADALGISA

Tutta, ah! tutta comprendo, o misera, ecc

 

POLLIONE

Deh! A quest'afflitta,

deh! fa che respiri;

sa il ciel, ah! Chi di noi falli, ecc.

 

NORMA

(A Pollione)

Perfido!

 

POLLIONE

(per allontanarsi)

Or basti.

 

NORMA

Fermati!

 

POLLIONE

(afferra Adalgisa)

Vieni.

 

ADALGISA

(dividendosi da lui)

Mi lascia, scostati!

Sposo sei tu infedele!

 

POLLIONE

Qual io mi fossi obblio.

 

ADALGISA

Mi lascia, scostati!

 

POLLIONE

(con tutto il fuoco)

L'amante tuo son io!

 

ADALGISA

Va, traditor!

 

POLLIONE

È mio destino amarti,

Destino costei lasciar!

 

NORMA

(reprimendo il furore)

Ebben! lo compi,

Lo compi e parti!

 

(ad Adalgisa)

 

Seguilo.

 

ADALGISA

(supplichevole)

Ah! No, giammai, ah, no.

Ah, pria spirar!

 

NORMA

(fissando Pollione)

Vanne, sì, mi lascia, indegno,

Figli obblia, promesse, onore!

Maledetto dal mio sdegno

Non godrai d'un empio amore!

Vanne, sì, mi lascia, ecc.

 

ADALGISA E POLLIONE

Ah!

 

NORMA

Te sull'onde e te sui venti

Seguiranno mie furie ardenti!

Mia vendetta e notte e giorno

Ruggirà intorno a te!

 

POLLIONE

(disperatamente)

Fremi pure, e angoscia eterna

Pur m'imprechi il tuo furore!

Quest'amor che mi governa

È di te, di me maggiore!

Fremi pure, e angoscia eterna, ecc.

 

ADALGISA

(supplichevole a Norma)

Ah! Non fia ch'io costi

Al tuo core si rio dolore!

Ah, sian frapposti e mari e monti

Fra me sempre e il traditore. Ah!

 

NORMA

Maledetto dal mio sdegno

Non godrai d'un empio amore!

 

ADALGISA

Soffocar saprò i lamenti,

Divorare i miei tormenti;

Morirò perchè ritorno

Faccia il crudo ai figli, a te! ecc.

 

POLLIONE

Dio non v'ha che mali inventi

De' miei mali, ah, più cocenti!

Maledetto io fui quel giorno

Che il destin m'offerse a te.

Maledetto io fui per te!

 

(Squillano i sacri bronzi del tempio.

Norma è chiamata ai riti.)

 

CORO

(di dentro)

Norma, Norma all'ara!

In tuon feroce

D'Irminsul tuonò la voce,

Norma, Norma al sacro altar!

 

NORMA

Ah! Suon di morte!

Ah, va, per te qui pronta ell'è!

 

ADALGISA

Ah! Suon di morte s'intima a te,

Va, per te qui pronta ell'è, ecc.

 

POLLIONE

Ah! Qual suon!

Sì, la sprezzo, sì, ma prima

Mi cadrà il tuo Nume al piè, ecc.

 

(Norma respinge d'un braccio Pollione,

e gli accenna di uscire. Pollione si

allontana furente.)

 

ATTO SECONDO

 

Scena Prima

 

(Interno dell'abitazione di Norma.

Da una parte un letto romano coperto

di pelle d'orso. I figli di Norma sono

addormentati. Comparisce Norma con una

lampa e un pugnale alla mano. Siede, e posa

la lampa sopra una tavola.

È pallida, contraffatta.)

 

NORMA

Dormono entrambi,

Non vedran la mano

Che li percuote.

Non pentirti, o core;

Viver non ponno.

Qui supplizio,

E in Roma obbrobrio avrian,

Peggior supplizio assai;

Schiavi d'una matrigna.

Ah! No! Giammai!

 

(Sorge risoluta.)

 

Muoiano, sì.

 

(Fa un passo e si ferma)

 

Non posso avvicinarmi.

Un gel mi prende

E in fronte mi si solleva il crin.

I figli uccido!

Teneri figli.

Essi, pur dianzi delizia mia,

Essi nel cui sorriso

Il perdono del ciel mirar credei

Ed io li svenerò?

Di che son rei?

 

(risoluta)

 

Di Pollione son figli

Ecco il delitto.

Essi per me son morti!

Muoian per lui.

E non sia pena che la sua somigli.

Feriam.

 

(S'incammina verso il letto; alza il pugnale)

 

Ah! No! Son miei figli!

 

( un grido inorridita al grido i fanciulli si

svegliano. Li abbraccia piangendo amaramente)

 

Miei figli!

Olà! Clotilde!

 

(Entra Clotilde)

 

Vola. Adalgisa a me guida.

 

CLOTILDE

Ella qui presso solitaria si aggira.

E prega e plora.

 

NORMA

Va.

 

(Clotilde parte)

 

Si emendi il mio fallo,

E poi, si mora.

 

ADALGISA

(entrando, con timore)

Mi chiami, o Norma?

 

(sbigottita)

 

Qual ti copre il volto tristo pallor?

 

NORMA

Pallor di morte.

Io tutta l'onta mia ti rivelo.

Una preghiera sola, odi, e l'adempi,

Si pietà pur merta

Il presente mio duol,

E il duol futuro.

 

ADALGISA

Tutto, tutto io prometto.

 

NORMA

Il giura.

 

ADALGISA

Il giuro.

 

NORMA

Odi, purgar quest'aura contaminata

dalla mia presenza ho risoluto,

trar meco io posso questi infelici.

A te li affido.

 

ADALGISA

Oh ciel! A me li affidi?

 

NORMA

Nel romano campo guidali a lui,

Che nominar non oso.

 

ADALGISA

Oh! Che mai chiedi?

 

NORMA

Sposo ti sia men crudo;

Io gli perdono e moro.

 

ADALGISA

Sposo? Ah, mai!

 

NORMA

Pei figli suoi t'imploro.

Deh! Con te, li prendi,

Li sostieni, li difendi

Non ti chiedo onori e fasci,

A' tuoi figli ei fian serbati.

Prego sol che i miei non lasci

Schiavi, abbietti, abbandonati.

Basti a te che disprezzata,

Che tradita io fui per te.

Adalgisa, deh! ti muova

Tanto strazio del mio cor.

 

ADALGISA

Norma, ah! Norma, ancora amata,

Madre ancora sarai per me.

Tienti i figli.

Ah! Non, ah non fia mai

Ch'io mi tolga a queste arene!

 

NORMA

Tu giurasti...

 

ADALGISA

Sì, giurai.

Ma il tuo bene, il sol tuo bene.

Vado al campo ed all'ingrato

Tutti io reco i tuoi lamenti.

La pietà che m'hai destato

Parlerà sublimi accenti.

Spera, ah, spera, amor, natura

Ridestar in lui vedrai.

Del suo cor son io secura,

Norma ancor vi regnerà!

Norma, spera nel suo core.

Norma ancor vi regnerà.

 

NORMA

Ch'io lo preghi?

Ah, no! Giammai! Ah! No!

 

ADALGISA

Norma, ti piega.

 

NORMA

No, più non t'odo.

Parti. Va.

 

ADALGISA

Ah, no! Giammai! Ah! No!

Mira, o Norma, a' tuoi ginocchi

Questi cari tuoi pargoletti!

Ah! Pietade di lor ti tocchi,

Se non hai di te pietà!

 

NORMA

Ah! Perchè, perchè la mia costanza

Vuoi scemar con molli affetti?

Più lusinghe, ah, più speranza

Presso a morte un cor non ha!

 

ADALGISA

Mira questi cari pargoletti,

Questi cari, ah, li vedi, ah!

Mira, o Norma, a' tuoi ginocchi, ecc

 

NORMA

Ah! Perché, ah! Perché

la vuoi scemar, ah! Perché? Ah!

Ah! Perchè, perchè la mia costanza, ecc

 

ADALGISA

Cedi! Deh, cedi!

 

NORMA

Ah! Lasciami! Ei t'ama.

 

ADALGISA

Ei già sen pente.

 

NORMA

E tu?

 

ADALGISA

L'amai. Quest'anima

Sol l'amistade or sente.

 

NORMA

O giovinetta! E vuoi?

 

ADALGISA

Renderti i dritti tuoi,

O teco al cielo agli uomini

Giuro celarmi ognor.

 

NORMA

Sì. Hai vinto. Abbracciami.

Trovo un'amica amor.

 

NORMA ED ADALGISA

Sì, fino all'ore estreme

Compagna tua m'avrai.

Per ricovrarci insieme

Ampia è la terra assai.

Teco del fato all'onte

Ferma opporrò la fronte,

Finchè il tuo core a battere

Io senta sul mio cor, ecc.

Ah!

. Fino all'ore estreme, ecc.

 

(Partono.)

 

Scena Seconda

 

(Luogo solitario presso il bosco dei

Druidi cinto da burroni e da caverne.

In fondo un lago attraversato da un

ponte di pietra.)

 

CORO DEI GUERRIERI

Non partì!

Finora è al campo!

Tutto il dice: i feri carmi,

Il fragor, dell'armi il suon,

Il suon dell'armi,

Dell'insegne il ventilar.

Un breve inciampo

Non ci turbi, non ci arresti

Attendiam, attendiam.

Un breve inciampo

Non ci turbi, non ci arresti

E in silenzio il cor s'appresti

La grand'opra a consumar!

E in silenzio, ecc.

 

OROVESO

(entrando)

Guerrieri! A voi venirne

Credea foriero d'avvenir migliore!

Il generoso ardore,

L'ira che in sen vi bolle

Io credea secondar,

Ma il Dio non volle.

 

GUERRIERI

Come? Le nostre selve

L'aborrito Proconsole non lascia?

Non riede al Tebro?

 

OROVESO

Ma più temuto il e fiero

Latino condottiero

A Pollione succede.

 

GUERRIERI

E Norma il sa?

Di pace è consigliera ancor?

 

OROVESO

Invan di Norma la mente investigai.

 

GUERRIERI

E che far pensi?

 

OROVESO

Al fato piegar la fronte,

Separarci, e nulla lasciar sospetto

Del fallito intento.

 

GUERRIERI

E finger sempre?

 

OROVESO

Cruda legge! Il sento.

 

(con feracità)

 

Ah! Del Tebro al giogo indegno

Fremo io pure, All'armi anelo!

Ma nemico è sempre il cielo,

Ma consiglio è simular.

 

GUERRIERI

Ah sì, fingiamo, se il finger giovi,

Ma il furor in sen si covi.

 

OROVESO

Divoriam in cor lo sdegno,

Tal che Roma estinto il creda.

Di verrà, sì, che desto ei rieda

Più tremendo a divampar.

 

GUERRIERI

Guai per Roma allor che il segno

Dia dell'armi il sacro altar!

Sì, ma fingiam, se il finger giovi,

Ma il furore in sen si covi!

Guai per Roma, allor che il segno

Dia dell'armi il sacro altar!

 

OROVESO

Simuliamo, sì,

Ma consiglio è il simular!

Di verrà, che desto ei rieda

Più tremendo a divampar!

 

GUERRIERI GALLI

Ma fingiamo è consiglio il simular,

Sì, fingiamo!

 

(Partono)

 

Scena Terza

 

(Tempio d'Irminsul.

Da un lato, l'ara dei Druidi)

 

NORMA

Ei tornerà.

Sì. Mia fidanza è posta in Adalgisa.

Ei tornerà pentito,

Supplichevole, amante.

Oh! A tal pensiero

Sparisce il nuvol nero

Che mi premea la fronte,

E il sol m'arride

Come del primo amore ai dì,

ai dì felici.

 

(Entra Clotilde.)

 

Clotilde!

 

CLOTILDE

O Norma! Uopo è d'ardir.

 

NORMA

Che dici?

 

CLOTILDE

Lassa!

 

NORMA

Favella. Favella.

 

CLOTILDE

Indarno parlò Adalgisa, e pianse.

 

NORMA

Ed io fidarmi di lei dovea?

Di mano uscirmi,

E bella del suo dolore,

Presentarsi all'empio ella tramava.

 

CLOTILDE

Ella ritorna al tempio.

Triste, dolente,

Implora di profferir suoi voti.

 

NORMA

Ed egli?

 

CLOTILDE

Ed egli rapirla giura

Anco all'altar del Nume.

 

NORMA

Troppo il fellon presume.

Lo previen mia vendetta,

E qui di sangue, sangue roman,

Scorreran torrenti.

 

(Clotilde parte. Norma corre

all'altare e batte tre volte

lo scudo d'Irminsul.

Trombe di dentro)

 

CORO

(di dentro)

Squilla il bronzo del Dio!

 

(Accorrono da varie parti Oroveso,

i Druidi, i Bardi e le Ministre. Norma

si colloca sull'altare.)

 

OROVESO E CORO

Norma! Che fu?

Percosso lo scudo d'Irminsul,

Quali alla terra decreti intima?

 

NORMA

Guerra, strage, sterminio.

 

OROVESO E CORO

A noi pur dianzi pace

S'imponea pel tuo labbro!

 

NORMA

Ed ira adesso,

Stragi, furore e morti.

Il cantico di guerra alzate, o forti.

Guerra, guerra!

Sangue, sangue! Vendetta!

Strage, strage!

 

OROVESO E CORO

Guerra, guerra! Le galliche selve

Quante han quercie producon guerrier:

Qual sul gregge fameliche belve,

Sui Romani van essi a cader!

 

NORMA

Sangue, sangue! Vendetta!

Strage, strage!

 

OROVESO E CORO

Sangue, sangue! Le galliche scuri

Fino al tronco bagnate ne son!

Sovra il flutti dei Ligeri impuri

Ei gorgoglia con funebre suon!

 

NORMA

Guerra, guerra!

Sangue, sangue! Vendetta!

 

OROVESO E CORO

Strage, strage, sterminio, vendetta!

Già comincia, si compie, s'affretta.

Come biade da falci mietute

Son di Roma le schiere cadute!

 

NORMA

Strage, strage!

 

OROVESO E CORO

Tronchi i vanni, recisi gli artigli.

Abbattuta ecco l'aquila al suol!

A mirare il trionfo de' figli

Ecco il Dio sovra un raggio di sol!

 

OROVESO

Nè compi il rito, o Norma?

Nè la vittima accenni?

 

NORMA

Ella fia pronta.

Non mai 'altar tremendo

Di vittime mancò.

Ma qual tumulto?

 

(Entra Clotilde, frettolosa)

 

CLOTILDE

Al nostro tempio insulto

Fece un Romano.

Nella sacra chiostra

Delle vergini alunne egli fu colto!

 

OROVESO E CORO

Un Romano?

 

NORMA

(Fra sè)

Che ascolto? Se mai foss'egli?

 

OROVESO E CORO

A noi vien tratto.

 

(Pollione entra, condotto da due guerrieri.)

 

NORMA

(Fra sè)

È desso!

 

OROVESO E CORO

È Pollion!

 

NORMA

(Fra sè)

Son vendicata adesso.

 

OROVESO

Sacrilego nemico, e chi ti spinse

A violar queste temute soglie.

A sfidar l'ira d'Irminsul?

 

POLLIONE

Ferisci. Ma non interrogarmi.

 

NORMA

(svelandosi)

Io ferir deggio. Scostatevi.

 

POLLIONE

Che veggio? Norma!

 

NORMA

Sì. Norma.

 

OROVESO E CORO

Il sacro ferro impugna,

Vendica il Dio.

 

NORMA

(prende il pugnale dalle mani d'Oroveso)

Sì. Feriam.

 

(Si arresta.)

 

OROVESO E CORO

Tu tremi?

 

NORMA

(Fra sè)

Ah! Non poss'io.

 

OROVESO E CORO

Che fia? Perchè t'arresti?

 

NORMA

(Fra sè)

Poss'io sentir pietà?

 

OROVESO E CORO

Ferisci!

 

NORMA

Io deggio interrogarlo,

Investigar qual sia l'insidiata

O complice ministra

Che il profano persuase

a fallo estremo.

Ite per poco.

 

OROVESO E CORO

(allontanandosi)

Che far pensa?

 

POLLIONE

(Fra sè)

Io fremo.

 

(Oroveso e il coro si ritirano.

Il tempio rimane sgombro.)

 

NORMA

In mia man alfin tu sei:

Niun potria spezzar tuoi nodi.

Io lo posso.

 

POLLIONE

Tu nol dei.

 

NORMA

Io lo voglio.

 

POLLIONE

E come?

 

NORMA

M'odi.

Pel tuo Dio, pei figli tuoi,

Giurar dei che d'ora in poi

Adalgisa fuggirai,

All'altar non la torrai,

E la vita io ti perdono,

E mai più ti rivedrò.

Giura.

 

POLLIONE

No. Si vil non sono.

 

NORMA

Giura, giura!

 

POLLIONE

Ah! Pria morrò!

 

NORMA

Non sai tu che il mio furore

Passa il tuo?

 

POLLIONE

Ch'ei piombi attendo.

 

NORMA

Non sai tu che ai figli in core

Questo ferro?

 

POLLIONE

Oh Dio! Che intendo?

 

NORMA

Sì, sovr'essi alzai la punta.

Vedi, vedi a che son giunta!

Non ferii, ma tosto, adesso

Consumar potrei l'eccesso.

Un istante, e d'esser madre

Mi poss'io dimenticar!

 

POLLIONE

Ah! Crudele, in sen del padre

Il pugnal tu dei vibrar!

A me il porgi.

 

NORMA

A te?

 

POLLIONE

Che spento cada io solo!

 

NORMA

Solo? Tutti!

I Romani a cento a cento

Fian mietuti, fian distrutti,

E Adalgisa

 

POLLIONE

Ahimè!

 

NORMA

Infedele a suoi voti

 

POLLIONE

Ebben, crudele?

 

NORMA

Adalgisa fia punita,

Nelle fiamme perirà, sì, perirà!

 

POLLIONE

Ah! Ti prendi la mia vita,

Ma di lei, di lei pietà!

 

NORMA

Preghi alfine? Indegno! È tardi.

Nel suo cor ti vo' ferire,

Sì, nel suo cor ti vo' ferire!

Già mi pasco ne' tuoi sguardi,

Del tuo duol, del suo morire,

Posso alfine, io posso farti

Infelice al par di me!

possofarti alfin, ecc.

 

POLLIONE

Ah! T'appaghi il mio terrore!

Al tuo piè son io piangente!

In me sfoga il tuo furore,

Ma risparmia un'innocente!

Basti, basti a vendicarti

Ch'io mi sveni innanzi a te!

 

NORMA

Nel suo cor ti vo' ferire!

 

POLLIONE

Ah! T'appaghi il mio terrore!

 

NORMA

No, nel suo cor!

 

POLLIONE

No, crudel!

 

NORMA

Ti vo' ferire!

 

POLLIONE

In me sfoga il tuo furore,

Ma risparmia un'innocente!

 

NORMA

Già mi pasco ne' tuoi sguardi,

Del tuo duol, del suo morire;

posso alfine, io posso farti

infelice al par di me

 

POLLIONE

Ah! Crudele!

 

NORMA

posso farti alfin,

posso farti infelice al par di me, ecc.

 

POLLIONE

Basti, basti il mio dolore

Ch'io mi sveni innanzi a te!

Basti, basti a vendicarti, ecc.

Dammi quel ferro!

 

NORMA

Che osi? Scostati!

 

POLLIONE

Il ferro, il ferro!

 

NORMA

(gridando)

Olà, ministri, sacerdoti, accorrete!

 

(Tutti entrano in scena)

 

All'ira vostra Nuova vittima io svelo.

Una spergiura sacerdotessa

I sacri voti infranse,

Tradì la patria,

E il Dio degli avi offese.

 

OROVESO E CORO

O delitto! O furor!

La fa palese!

 

NORMA

Sì, preparate il rogo!

 

POLLIONE

(A Norma)

Oh! Ancor ti prego,

Norma, pietà!

 

OROVESO E CORO

La svela!

 

NORMA

Udite.

 

(Fra sè)

 

Io rea l'innocente accusar

Del fallo mio?

 

OROVESO E CORO

Parla. Chi è dessa?

 

POLLIONE

(A Norma)

Ah! Non lo dir!

 

NORMA

Son io.

 

OROVESO E CORO

Tu! Norma!

 

NORMA

Io stessa. Il rogo ergete.

 

OROVESO E CORO

(Fra loro)

D'orrore io gelo!

 

POLLIONE

(Fra sè)

Mi manca il cor!

 

OROVESO E CORO

Tu delinquente!

 

POLLIONE

Non le credete!

 

NORMA

Norma non mente.

 

OROVESO

Oh! Mio rossor!

 

CORO

Oh! Quale orror!

 

NORMA

(a Pollione)

Qual cor tradisti, qual cor perdesti

Quest'ora orrenda ti manifesti.

Da me fuggire tentasti invano,

Crudel Romano, tu sei con me.

Un nume, un fato di te più forte

Ci vuole uniti in vita e in morte.

Sul rogo istesso che mi divora,

Sotterra ancora sarò con te.

 

POLLIONE

(A Norma)

Ah! Troppo tardi t'ho conosciuta!

Sublime donna, io t'ho perduta!

 

NORMA

Qual cor tradisti, ecc.

 

POLLIONE

Col mio rimorso è amor rinato,

Più disperato, furente egli è!

Moriamo insieme, ah, sì, moriamo!

 

NORMA

Quest'ora orrenda...

 

POLLIONE

L'estremo accento sarà ch'io t'amo.

Ma tu morendo, non m'abborrire,

Pria di morire, perdona a me!

 

OROVESO E CORO

Oh! In te ritorna, ci rassicura!

 

NORMA

(ai Sacerdoti)

Io son la rea.

 

OROVESO E CORO

Canuto padre te ne scongiura,

 

POLLIONE

(accostandosi a Norma)

Non m'abborrire

 

NORMA

(A Pollione)

Qual cor perdesti,

 

OROVESO E CORO

Di che deliri, di che tu menti,

Che stolti accenti uscir da te

 

POLLIONE

Moriamo insieme! Ah, sì, moriam.

 

NORMA

quest'ora orrenda tel dica

 

OROVESO E CORO

Il Dio severo che qui t'intende

 

POLLIONE

Ah! Perdona!

 

OROVESO E CORO

Se stassi muto, se il tuon sospende,

 

POLLIONE

Ah! T'ho perduta

 

NORMA

Sì, e per sempre.

 

OROVESO E CORO

Indizio è questo, indizio espresso

 

POLLIONE

Sublime donna!

 

NORMA

Quest'ora orrenda tel dica

 

POLLIONE

Perdona, perdon.

 

OROVESO E CORO

Che tanto eccesso punir non de',

Ah no, che il Dio punir non de' ecc.

 

NORMA

Crudel! per sempre,

ah sì, crudel!

 

POLLIONE

Io t'ho perduta, sublime donna!

Che feci, oh ciel!

 

OROVESO E CORO

Norma! Deh! Norma, scolpati!

Taci? Ne ascolti appena?

 

NORMA

(vicino a Pollione che

solo sente le sue parole)

Cielo! E i miei figli?

 

POLLIONE

Ah! Miseri! Oh pena!

 

NORMA

(volgendosi a Pollione)

I nostri figli?

 

POLLIONE

Oh pena!

 

(Norma, come colpita da un'idea,

s'incammina verso il padre. Pollione

in tutta questa scena osserverà con

agitazione i movimenti di Norma

ed Oroveso.)

 

OROVESO E CORO

Norma sei rea? Parla!

 

NORMA

Sì, oltre umana idea.

 

OROVESO E CORO

Empia!

 

NORMA

(ad Oroveso)

Tu m'odi.

 

OROVESO

Scostati.

 

NORMA

(a stento trascinandolo in disparte)

Deh! Deh! M'odi!

 

OROVESO

Oh, mio dolor!

 

NORMA

(piano ad Oroveso)

Son madre

 

OROVESO

Madre!

 

NORMA

Acquietati.

Clotilde ha i figli miei.

Tu li raccogli, e ai barbari

Gl'invola insiem con lei.

 

OROVESO

No! Giammai! Va. Lasciami.

 

NORMA

Ah! Padre! Ah! Padre!

Un prego ancor.

 

(S'inginocchia.)

 

POLLIONE ED OROVESO

Oh, mio dolor!

 

CORO

Oh, qual orror!

 

NORMA

(sempre piano ad Oroveso)

Deh! Non volerli vittime

Del mio fatale errore!

Deh! Non troncar sul fiore

Quell'innocente età!

Pensa che son tuo sangue,

Abbi di lor pietade!

Ah! Padre, abbi di lor pietà!

 

POLLIONE

Commosso è già.

 

CORO

Piange! Prega!

 

NORMA

Padre, tu piangi?

Piangi e perdona!

Ah! Tu perdoni!

Quel pianto il dice.

Io più non chiedo. Io son felice.

Ah! Più non chiedo, ah, no

Contenta il rogo io ascenderò!

 

POLLIONE

Oh ciel! Oh ciel! Ah, sì, oh ciel!

Ah, più non chiedo!

Contento il rogo io ascenderò!

 

OROVESO

Oppresso è il core.

Ha vinto amor, oh ciel!

Ah, sì! Oh, duol! Oh, duol!

Figlia! Ah!

Consolarm'io mai, ah, non potrò!

 

CORO

Che mai spera?

Qui respinta è la preghiera!

Le si spogli il crin del serto,

La si copra di squallor! Sì, piange!

 

POLLIONE

Più non chiedo, oh ciel!

Fia ver? Ah! Sì

Ah, sì. Oh ciel! ecc.

 

NORMA

Padre, ah, padre!

Tu mel prometti?

Ah! Tu perdoni!

Quel pianto il dice, ecc.

 

OROVESO

Ah! Cessa, infelice!

Io tel prometto, ah, sì!

Ah sì! Oh, duol! Oh, duol!

Figlia! Ah!

Consolarm'io mai, ah, non potrò!

 

CORO

Che mai spera? ecc

 

(I Druidi coprono d'un velo

nero la Sacerdotessa.)

 

Vanne al rogo!

 

OROVESO

Va, infelice!

 

NORMA

(incamminandosi)

Padre, addio!

 

CORO

Vanne al rogo ed il tuo scempio

Purghi l'ara e lavi il tempio,

Maledetta estinta ancor!

 

POLLIONE

Il tuo rogo, o Norma, è il mio!

Là più santo

Incomincia eterno amor!

 

NORMA

(si volge ancora una volta)

Padre Addio!

 

OROVESO

(la guarda)

Addio!

 

(Pollione e Norma sono

trascinati al rogo.)

 

FINE DELL'OPERA

 

 

Biografía de Vincenzo Bellini


incenzo Salvatore Carmelo Francesco Bellini (3 de noviembre de 1801, Catania, Sicilia; 23 de Septiembre de 1835, Puteaux, París).

 

Vincenzo Bellini vivió la mayor parte de su infancia con su abuelo, compositor y organista, del cual aprendió música.

En 1819 comenzó a estudiar en el Real Colegio di Musica di San Sebastiano, Nápoles, luego de la sugerencia que le hiciera a su abuelo, un siciliano sorprendido por el talento del joven, que tuviera una buena educación musical. Al año y medio de estudios, Zingarelli, director del Real Colegio di Musica y uno de los profesores más famosos de la época, nombra a Bellini “Primo Maestrino” (profesor de principiantes) debido a sus aptitudes.

En su paso por el conservatorio, conoce a quien sería su amigo de toda la vida, Florimo, con quien mantuvo una fluida correspondencia toda su vida, material que luego de su muerte sería una importante fuente de información.

La primera obra escénica de Bellini, Adelson e Salvini, fue estrenada en 1825 (estando aún en la academia). Entre los presentes se encontraba el famoso empresario teatral Barbaia, quien le encargo una ópera para el San Carlo. Bianca e Fernando, estrenada en 1826 y bien acogida por el público napolitano, sería el resultado de esta encomienda.

Ante un nuevo pedido de Barbaia para La Scala, nace Il pirata (1827) con libreto de Felice Romani, con quién colaboraría en casi todas sus obras, y a quién conoce en Milán. Il pirata tuvo una buena acogida en La Scala. Es en esta ópera en la que aparece por vez primera un estilo original basado en simples líneas melódicas con pocos adornos vocales. La ópera fue presentada en París y paso seguido, escuchada en todas las capitales de Europa. Esto le abrió a Bellini las puertas a la sociedad aristocrática: Milán; Génova; la amistad surgida con Francesco y Mariana Pollini, dos buenos amigos de Zingarelli a quienes conoció a través de Mercadante; Francesco y Mariana (viejos músicos sin hijos) que se transformarían en una verdadera familia para Bellini.

En 1828 conoce a la cantante milanesa Giuditta Pasta y a su marido Giuseppe. Es en casa de Giuditta donde se producen encuentros intelectuales en los cuales conoce a mucha gente importante, encuentros entre los cuales nació un apasionado romance con la Giuditta Turina (una joven mujer casada).

En 1829, estrena en La Scala, La Straniera, siendo un éxito con su característico estilo simple y efectivo. Sin embargo, la ópera Zaira, presentada en el teatro de Parma, en mayo, fue un fracaso. Consciente de su calidad musical, Bellini decide usar parte de la música de Zaira en una nueva obra.

En 1830, La Fenice, ante el incumplimiento de una obra encargada a otro compositor le pide a Bellini una ópera, en poco más de un mes y empleando parte de obras tempranas, nace su sexta ópera: I Capuleti ed I Montecchi, con la cual obtiene un resonante éxito retomando un estilo más florido y decorativo dentro de sus líneas melódicas simples características.

Tanta actividad deterioró la salud de Bellini enfermando de disentería. De regreso a Milán, los Pollini se encargan de su salud, “Sin su cuidado”, dijo Bellini más tarde, “no habría sobrevivido a la enfermedad”.

En 1831, compone para La Scala, la que sería su séptima ópera y primera obra maestra: La Sonnambula. Unos meses después, el 26 de diciembre de 1831 estrena, también para La Scala, su octava ópera y segunda obra maestra: Norma. Cabe acotar que fue un rotundo fracaso, solo luego de varias representaciones fue logrando la aceptación del público, para así lograr quedarse desde entonces con un sostenido lugar en el repertorio de Bellini a nivel mundial.

El estreno de su novena ópera: Beatrice di Tenda, en el teatro La Fenice, en 1833, fue un fracaso, el cual provocó el fin de la amistad entre Bellini y Romani. También en lo que respecta a su vida amorosa, ese mismo año concluyó el romance secreto que mantenía con Giuditta. Una vez hecho público este romance y con un divorcio inminente, Bellini se alejo de Giuditta: por falta de interés, o por temor al compromiso.

Bellini viaja a Londres con el afán de conseguir un contrato como director o compositor de ópera. Pero su estilo musical no era del gusto de la audiencia. Como ejemplo: Consideraban que Norma e I Capuleti ed I Montecchi “eran muy ruidosas”, e inclusive, lo consideraban un compositor de tercera clase.

Es en Londres donde conoció a la condesa Granville, que promocionaría su carrera en París, y pudo ver a la soprano Maria Malibran cantando su Sonnambula, la única obra suya que había sido un éxito en Londres ese año.

Llegó a París en 1833. Ciudad glamorosa y atractiva, el centro de la cultura, el comercio y la sociedad. Bellini entabló importantes contactos, sobre todo con Rossini.

Su décima y última ópera, I Puritani (trabajo que recibió el apoyo y la atención de Rossini), fue estrenada en el Theatre-Italien el 25 de enero de 1835, logrando un enorme éxito.

Envió cartas de reconciliación a Felice Romani, y huyó de la ciudad parisina cuando Giuditta Turina, su antiguo amor, planeó visitar París (nunca lo hizo).

Bellini estaba fatigado, y durante la última parte del año recayó de disentería. Visitó a sus amigos británicos, Mr. y Mrs. Levy en su casa, en Puteaux (la cual nunca dejó). Su enfermedad empeoró, y el 23 de septiembre falleció. Rossini y muchos amigos asistieron al funeral. Fue enterrado en París y en 1876 sus restos fueron trasladados a Italia, donde descansan en La Catedral de Catania, que está ubicada en el centro de la ciudad, en la Piazza del Duomo.


Casta Diva
Monserrat Caballe, Bolshoi 1974