*Allegro; Larghetto; Allegretto.

ABRIL...

CONCIERTO EN RE MAYOR, K. 537, "LA CORONACIÓN"

*ADAGIO PARA PIANO EN SI MENOR, K. 540

Concierto para piano y orquesta n.º 26 en Re Mayor, K. 537, “La Coronación”


ste es el concierto de piano cuyo movimiento lento, por años, ha dado serio quehacer a los círculos didácticos. ¿Debe ejecutárselo como está escrito o tuvo Mozart la intención de que el solista elaborara el solo de piano, tan sencillo? En ambos casos el pianista enfrenta dificultades. Si el solista ejecuta su parte tal como es, sin agregados, el resultado es casi demasiado simple. Pero, ¿qué substitutivo idear? Haría falta un Mozart para improvisar el movimiento lento en el estilo propio del autor; o, cuando menos, alguien que hubiera estudiado la idiomática pianística de Mozart durante la mayor parte de su vida. Y luego: hallamos el propio precedente del compositor en la escritura de cadencias a interpolarse. En correspondencia enviada a su padre en 1783, y refiriéndose a un concierto anterior, dice Mozart: "Enviaré las cadencias y Eingänge (agregados breves a modo de cadencias) a mi querida hermana en la primera oportunidad. Todavía no he alterado el Eingänge en el rondo, porque cada vez que toco este concierto, ejecuto siempre lo que se me ocurre en el momento". Pretende Wanda Landowska (clavecinista y pianista polonesa) que, incorrectamente, los pianistas han ignorado el Eingänge de los conciertos mozartianos desde los días de su autor. Landowska cita a Karl Philipp Emanuel Bach para refirmar tal teoría: "...las modificaciones en los pasajes reiterados son absolutamente esenciales. Se esperan de cada ejecutante". Y agrega la concertista por su parte que, "lo que hoy se tomaría como 'libertades peculiares', era el sine qua non en el bagaje de conocimientos de cada intérprete. Un virtuoso de la época, nunca habría consentido en tocar un pasaje tal cual estaba escrito, y las ejecuciones que respetamos ahora por su literalidad devota, habrían sido calificadas de ignorantes y barbáricas por los contemporáneos de Mozart; porque era en la modificación de la réprise que un intérprete del siglo dieciocho se sometía a consideración del auditorio, para que lo juzgara como artista de buen o pobre gusto".

Todo lo cual es muy cierto. Pero es casi imposible para los artistas de una época reproducir las características técnicas y espirituales de períodos anteriores. Y así, muchos pianistas contemporáneos optan por lo más sensato, y tocan movimientos tales como el Larghetto del Concierto La Coronación exactamente como nos fue legado, preservando a la música de interpolaciones espurias, que indudablemente desvirtúan el diseño original.

Mozart dio fin a su concierto La Coronación (sobrenombre que no pertenece al autor), el 24 de febrero de 1788. Al año siguiente fue a Dresden en un intento de lograr algunos contratos ventajosos. En una carta a su "cara y amada esposa", relata algunos de los sucesos en Dresden: cómo ejecutó allí música de cámara, cómo algunas de sus canciones fueron interpretadas por Madame Duschek. "Al día siguiente, toqué en la corte mi nuevo Concierto en Re La Coronación y por la mañana del otro día, miércoles 15 de abril, recibí una hermosa tabaquera".

El éxito de Mozart en Dresden no fue muy grande (el éxito monetario, por supuesto). Unos meses más tarde escribía desesperadamente a Michael Puchberg pidiéndole un préstamo. Tiempo después, en 1790, Mozart decidió dirigirse a Fráncfort, donde debía coronarse a Leopoldo II. Fue una decepción que no se lo invitara allí, pues había músicos más populares, como Salieri y Umlauf. Viajó con su cuñado Franz de Paula Hofer y llegó a Fráncfort el 28 de septiembre, luego de un viaje de cinco días desde Viena. Esta vez Mozart estaba determinado a prosperar y reveló a su mujer sus intenciones: "Estoy firmemente resuelto a hacer tanto dinero como pueda y volver después a ti con gran dicha. ¡Qué vida espléndida llevaremos entonces! Trabajaré; trabajaré tanto, que ni aún los accidentes imprevistos puedan reducirme nuevamente a tan desesperadas estrecheces".

Esto tiene un sospechoso aire de "silbido en la oscuridad". Los secretos temores de Mozart se vieron prontamente confirmados. En una nueva carta a su esposa escribió con disgusto: "Toda esta conversación acerca de las ciudades imperiales es pura charla inconducente. En verdad, soy famoso, admirado y popular aquí; por otra parte, el público de Fráncfort es todavía más mezquino que el de Viena. Si mis conciertos llegan a tener éxito, será gracias a mi nombre, a la Condesa Hatzfeldt y a la familia Schweitzer, quienes actúan empeñosamente en mi favor. Pero me sentiré feliz cuando todo haya terminado".

Mozart mismo hizo los preparativos para este Concierto, que fue ejecutado el 15 de octubre a las once de la mañana. Figuraban en el programa el Concierto en Fa K. 459 y el Concierto en Re K. 537. Este último derivó su nombre de las festividades que se celebraban. Las cosas no resultaron. "Fue un espléndido éxito del punto de vista del honor y la gloria —se lamentaba Mozart informando a Constanza— pero un fracaso monetario. Infortunadamente, algún príncipe ofrecía un importante déjeuner y las tropas hessianas desplegaban grandes maniobras". 

La Coronación fue una elección acertada para el concierto de Fráncfort. Es más objetivo, amplio y menos íntimo que sus predecesores (es el penúltimo "concerto" de piano escrito por Mozart). Su instrumentación es muy completa: flauta, dos oboes, dos fagotes, dos cornos, dos trompetas, timbales y cuerdas; y es el de mayor extensión de todos los que compuso. La música se publicó luego de fallecido su autor. Según Alfred Einstein, Mozart dejó la parte solista "de un modo particularmente abocetado". Pretende este musicólogo que Mozart trazó la parte pianística sólo como un medio de ayuda y de "refresca memoria"; y considera además que la escritura solista tal como la conocemos, es probablemente la obra de Johann André de Offenbach, que publicó el Concierto en 1794.

No cabe duda que Mozart planeó el Concierto La Coronación como una obra para despliegue de virtuosismo. Dado que era uno de los grandes pianistas de Europa en su época -posiblemente el más grande-, era inevitable que concibiera la parte solista de modo tal que lo luciera al máximo de sus posibilidades. Pero Mozart, como genio aristocrático que era, jamás escribió un concierto de mal gusto o de vacía retórica virtuosística. Como dijo una vez, sus conciertos son "un medio feliz entre lo que es demasiado sencillo y lo demasiado difícil; son brillantes, placenteros al oído y naturaleza sin ser insípidos. Hay de tanto en tanto pasajes en los cuales sólo los conocedores pueden experimentar satisfacción; pero tales fragmentos están escritos de tal modo que el menos educado no pueda dejar de gustarlos aunque ignore por qué". Actualmente sabemos por qué; y la forma, equilibrio, textura y contenido de los conciertos de piano de Mozart los convierte en uno de los grandes legados del compositor.

El primer movimiento está marcado Allegro. Como es habitual en los conciertos de Mozart, las cuerdas anuncian de inmediato el tema principal, que es pomposo, vigorosamente rítmico, como conviene al bautismo de La Coronación. Sigue el desarrollo de práctica, para toda la orquesta; y hay en este desarrollo material temático bastante para proveer a un compositor corriente de motivos para varios conciertos. El segundo tema es un ejemplo de la prodigalidad de Mozart. Lo expone, lo amplía y lo vuelve a extender. Los temas adoptan la forma de frases largas y virtualmente continuas, que desembocan inevitablemente una en otra, amalgamadas con sentido de unidad a través de la maravillosa habilidad de Mozart. El piano hace su entrada con el tema inicial del movimiento y prolifera su labor en rápidos pasajes. Un toque sombrío no tarda en hacerse sentir, enfrascándose el piano en una inesperada y un tanto amenazadora secuencia cromática. A través de todo el movimiento, pasa Mozart a tonalidades poco usuales; proceso que infunde mucha variedad a la estructura central.

En el movimiento lento, un Larghetto, el piano entra con una de las más adorables y sencillas melodías jamás compuestas por Mozart. El efecto es romántico, y el piano se explaya en una línea de continua melodía que flota alrededor y a través de una textura orquestal. El tiempo final, Allegretto, es un grácil espécimen del estilo galante de Mozart, usándose el piano de un modo objetivo, virtuosístico, con figuraciones muy elaboradas, destinadas a impresionar a un auditorio del siglo dieciocho.


La Coronación, Allegro (1-2).
Friedrich Gulda.

La Coronación, Allegro (2-2).

Friedrich Gulda

La Coronación, Larghetto.

Friedrich Gulda

La Coronación, Allegretto.
Friedrich Gulda